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El Everest merma un metro

Ha mermado el Everest un metro. Calma, no corran a comprar provisiones ni a encerrarse en el sótano ante el Armagedón inminente. Tan sólo se trata de otra noticia más sobre la cima del mundo que de vez en cuando se abre un hueco entre los teletipos y las noticias de agencia, precisamente por tratarse del Everest, cuyo brillo mítico no consiguen empañar tantos niños pijos cazadores de récords como lo asedian de un tiempo a esta parte. Al parecer, alguien ha vuelto a medir la montaña más alta de la Tierra y ha descubierto, ¡oh cielos!, que ya no mide 8.850 metros, sino algo así como un metro menos. Y puede que el año que viene mida dos más. Todo dependerá del régimen de precipitaciones y de si el domo de nieve que corona la montaña se ha desprendido o sigue a pie firme defendiéndose del viento y las tormentas.

De hecho, seguro que si se midiera después de la temporada monzónica volvería a recuperar su medida. Este afán por medir montañas no es una actividad de hoy precisamente, cuando GPS, satélites y demás artilugios de última generación hacen tal misión bastante sencilla. Pero también menos creíble. Recuerdo que hace unos quince años midieron con esos nuevos aparatos el K2 y esta montaña apareció con casi nueve mil metros. Tuvo que montarse una nueva expedición científica al mando de Ardito Desio -vamos, como las de antes-, para volver a medir el Everest y el K2 y las medidas resultantes apenas variaban de las "tradicionales": el Everest encogía hasta los 8.846,2 metros y el K2 subía cinco hasta los 8.616 metros. Los antecesores de estos estudiosos tuvieron las cosas un poco más difíciles. Con el telón de fondo del Gran Juego que enfrentaba a las grandes potencias del siglo XIX, estos científicos a veces tuvieron que recurrir a disfraces y utilizaron los servicios de nativos.

Algunos de ellos fueron asesinados, otros ejecutados por espías. Incluso alguno fue vendido como esclavo. Aquellos miembros del Servicio Geográfico del ejército británico se enfrentaban a un universo, el del Himalaya, en su mayor parte desconocido. Pero antes tuvieron que ir midiendo desde el nivel del mar hasta el lugar más cercano posible a estas montañas. Tuvieron que hacer frente a las enfermedades de las zonas tropicales, a las belicosas tribus y a las dificultades propias del alpinismo. Por ejemplo el Duque de los Abruzos realizó la medición y cartografía de las montañas de la Luna y los navegantes españoles Malaspina y Bustamente midieron el monte San Elías en Alaska con un mínimo error.

Así que uno, que sigue siendo un romántico, se aferra a esas cifras porque siguen siendo las más precisas. El Everest para mí sigue midiendo esos 8.848 metros. Metro más metro menos, lo que no cambia de las grandes montañas es su magnitud mítica. Esa que ayudaron a medir y conocer un puñado de geógrafos y aventureros capaces de no dejar que una maraña de cifras empañen lo que de verdad las hace destacar por encima de nuestras vidas hasta conseguir que las amemos con tanta pasión.

Sebastián Álvaro es director del programa Al filo de lo imposible de TVE.