Creamos en Zidane, otro ser superior
Esta semana tuve la oportunidad de compartir mesa y mantel con media docena de sabios del fútbol. Uno de ellos levantó las cinco Copas de Europa en blanco y negro, esas que han hecho del Real Madrid una leyenda viva que mueve millones de conciencias y sentimientos. Cuando tocó el turno de hablar de Zidane y de su cuestionado futuro, la vieja gloria de aquel irrepetible Madrid de Di Stéfano fue tan explícito que prefiero trasladarles su interesante reflexión: "Mira, lo que deberían hacer con Zizou es apartarle de la banda izquierda, situarle junto a Guti y darle total libertad de movimientos. En esa posición el francés seguiría deleintándonos al menos otros dos años. Pero si sigue matándose a correr van a acabar con él...".
Soy de los que me resisto a arriar la bandera mágica del marsellés. Ya sé que a sus 32 años y medio Zizou no está para muchas fiestas, pero creo que el talento no tiene fecha de caducidad y lo único que hace falta es cuidarle y dosificar sus esfuerzos. Zidane no debería jugar en Soria, Pamplona o Albacete. Luxemburgo tiene que reservarle para las citas ligueras del Bernabéu y para la Champions. Apuesten a que en el doble partido con la Juventus se saldrá. Lo absurdo es exprimirle como un limón cuando ya ha entrado en su última recta.
La memoria nos traslada al 15 de mayo de 2002. San Isidro de gloria. La obra de arte que diseñó el francés ante el Bayer Leverkusen en Hampden Park nos obliga a darle un margen de confianza. Si Maldini ha cumplido 20 años con la cabeza alta y con una dignidad envidiable, Zidane merece escribir sus últimos renglones futbolísticos sin tachaduras y con grandeza. Le ayuda su profesionalidad, se cuida como si se conservara en formol y mima su alimentación como si fuese un dietista. Y no me olvido de cómo hablan de él los grandes jerarcas espirituales del club. "Juéguela, Maestro". Lo dice Di Stéfano. Otro ser superior. Como Zinedine...