Olas de frío y sentido común
No hace tanto que un técnico en limpieza viaria era un barrendero y una ola de frío simplemente unos días de invierno. Pareciera que estamos empeñados en inventar eufemismos hasta para lo más común y corriente, como si fuéramos nuevos ricos poco avispados que se afanan en llenarse la casa de dorados tras los que ocultar un origen y unas capacidades algo más humildes. Aún más chocante resulta nuestro comportamiento cuando las cosas se complican a causa de la meteorología.
La actual "ola de frío" ha hecho que todos recordemos lo que ocurrió en las pasadas navidades con cientos de personas atrapadas en las carreteras nevadas. Desde luego, el desarrollo de la ciencia meteorológica resulta de gran utilidad a la hora de avisarnos con tiempo de posibles dificultades. Además, los medios públicos y los responsables de protección civil cada vez son más eficientes. A cambio, los ciudadanos hemos abdicado de nuestro propio sentido común, de nuestras capacidades y también de nuestras responsabilidades. A bordo de nuestras rutilantes latas con ruedas nos lanzamos a la carretera caiga quien caiga y lo que caiga haciendo oídos sordos a los avisos. Y cuando la cosa se pone negra de puro blanca y nos quedamos atascados, lo único que se nos ocurre es despotricar contra las autoridades que no vienen a sacarnos inmediatamente o no nos traen suficientes bocadillos .
Otro tanto cabe decir de aquellos que se lanzan al monte con un móvil por todo equipamiento para hacer frente a lo que pueda surgir. Cuando lo llevan. Ya hemos hablado en este rincón de la problemática en nuestro país sobre los rescates en montaña, en los que cada vez son más numerosos los de imprudentes que no son capaces de calibrar sus capacidades, su coraje ni sus propias limitaciones. Ambas situaciones son vertientes de una misma condición en la que el propio esfuerzo y la responsabilidad personal desaparecen y son sustituidas por una concepción paternalista de lo que ellos creen que deben ser los poderes públicos. Por supuesto que las autoridades deben mejorar su eficacia en este tipo de situaciones de emergencia. Y, a este respecto, ya hemos denunciado en esta columna el derroche de dinero y de ineficiencia que suponen que las competencias en estas situaciones no estén centralizadas por un mismo organismo, optimizando recursos y ahorrando dinero al contribuyente.
Pero no es menos cierto que tenemos manos y cerebro para utilizarlos, por muy oxidados que estén. Muchas veces me preguntan en situaciones así que cosas hay que llevar en la mochila, o en el maletero del coche, para hacer frente a una emergencia. Y yo siempre respondo lo mismo: prudencia y sentido común. Muchas veces haciendo gala de esas dos virtudes sería más que suficiente para no meterse en un lío. Eso supone hacer caso de los partes meteorológicos, saber qué vamos a hacer y preguntarse si estamos capacitados para ello. Y ser responsables de nuestros actos. En definitiva, se trata de recuperar las riendas de nuestras vidas, una labor a veces dificultosa pero siempre gratificante.
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Sebastián Álvaro es el director del programa de Televisión Española Al filo de lo Imposible.