El juego de las siete y media
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Se lo tengo leído a Alfredo Relaño. Hay muchas situaciones en el fútbol que no sabes si es mejor pasarte o quedarte corto, como en el juego de las siete y media que aprendimos de pequeños y que luego vimos que era lo mismito que el blackjack de los casinos. Y la Copa del Rey para el Real Madrid lleva siendo eso durante años. No quieren despreciarla porque queda feo pero tampoco se empeñan lo que debieran. Ayer ocurrió de nuevo. A Luxemburgo se lo explicaron nada más llegar: la Copa interesa pero sin gastar mucho combustible, que luego llegamos secos a primavera. Se debió asustar tanto con lo que hicieron los suplentes en la ida, que esta vez tomó precauciones en el banquillo blindándose con Zidane, Raúl y Ronaldo. Habrá pensado que a él no le pillan en renuncio tan fácilmente.
Antes del descanso, por un curioso pinganillo que llevaba instalado en su oreja y que resulta más elegante que el basto transmisor de antaño, ya le debieron decir a Luxa sus ayudantes que aquello pintaba mal. Al punto que, en un ejercicio de irresponsabilidad, agotó los tres cambios en el descanso metiendo a sus tres comodines. ¿Jugaba a pasarse antes que a quedarse corto? Si palmo, que sea pidiendo cartas y no plantándome en cinco y media, debió pensar. Lo normal es que la jugada le funcionara porque, enfrente, estaban los suplentes de un equipo de Segunda. Pero no funcionó. Empezar a pedir cartas en el último suspiro resulta muy peligroso. Así es la Copa para los grandes: molesta al principio, con premio de consolación si llegas a la final y devastadora si te elimina un Segunda. El próximo miércoles ya no hay partidita, Vanderlei.




