Yo digo J. J. Santos

Con la bendición del socio

J.J.Santos
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A punto he estado de recurrir a un sociólogo para que me montara una teoría sobre la reacción que tuvo hace dos días el público del Bernabéu cuando saltó al campo el danés Gravesen. Desde el debut de Ronaldo contra el Alavés no recuerdo nada igual. Aquello estaba más que justificado. ¿También lo de Thomas? No, lo de Gravesen no, salvo que las famosas carencias a los que nos hemos referido la prensa desde que se marchó Makelele, hayan calado tanto en la afición. Pregunté a un familiar allegado, quinceañero, que qué le había parecido, y me dijo: "Es la caña, no veas qué armario, cómo entra, qué fuerza". Desconocía el chaval que yo también había visto el partido y, la verdad, a mí me pareció que estaba ante un jugador que no se quería equivocar, jugando al pasecito corto y muy nervioso. Vamos, lo típico en estos casos.

H ay algo evidente y es que el primer fichaje de invierno en la era Florentino Pérez, ha entrado con el pie derecho. Que le pregunte a Samuel cómo se entra con el pie izquierdo. O a Iván Campo, o a tantas otros que firmaron su defunción madridista el mismo día que tuvieron su bautismo. Dicen que más vale caer en gracia que ser gracioso. Gravesen no ha venido para contar chistes pero ha caído simpático. Su corpulencia, en contra de lo que se podía pensar, parece haberle humanizado, más por la necesidad que tenía el equipo de alguien que se hiciera respetar en el centro del campo, que por su virtudes, que son mucho más técnicas de lo que se imaginan los que le aplaudían a rabiar el domingo. Y es que, bajo esa careta de hombre duro, se esconde un buen futbolista. Eso sí, igual con tanto jalearle, saca su mal genio antes de tiempo.

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