Esta va a ser la Copa de Portillo
No es normal que en plena fase de trempamiento, al menos si analizamos los resultados desde que llegó O Rei Luxemburgo, un servidor esté a punto de sufrir un desencajamiento irreparable de mandíbula tras un bostezo incontrolable. Me podría haber aferrado a la virginidad de la portería madridista desde que aterrizó el brasileño (cero goles encajados en tres partidos), a las buenas paradas de César o al correcto experimento de los tres centrales (así ganó Del Bosque la Octava). Pero no me lo pide el cuerpo. Mientras que digiero la copa de garrafón que nos bebimos todos anoche en el Nuevo Zorrilla, prefiero endulzar mi paladar imaginando la solidez de este Madrid que desde hoy encontrará por fin su Punto G (de Gravesen, claro está). Mi tocayo Thomas es el pitbull soñado, toca bien la pelota y, ¡qué demonios!, es un vikingo de crianza. El danés nació para jugar en el Madrid. Florentino, no te arrepentirás.
Pero al que de verdad yo eché de menos en el tostón-match de Pucela es a Javier Portillo. Para los hombres de poca fe que todavía dudan de sus prestaciones, les abriré los ojos con datos. Hace dos temporadas fue el cañonero de la Copa del Rey (marcó siete goles) y en Liga anotó cinco chicharritos con un promedio admirable (un gol cada 42 minutos jugados). Del Bosque supo sacarle partido a pesar de tener por delante en la rotación a Ronaldo, Raúl y Morientes. Pero Queiroz se lo cargó, literalmente, y gracias a la Fiorentina el chico ha recuperado la autoestima y regresa con un físico más propio de un tío hecho y derecho. En Valladolid se vio que al Madrid B le falta pólvora. La que tiene este rebelde del Real Sitio. Si sale de titular en el Bernabéu la próxima semana la tropa de Kresic claudicará. Digo yo...