La ilusión de dos técnicos novatos

Viendo a Ferrando estos días en la sala de prensa, estoy seguro de que pagaría gustoso cualquier cantidad por sentarse en el banquillo del Atlético en un partido de rivalidad. No será necesario. Le saldrá de balde, pero ya sabe que hoy el nivel de exigencia es otro. Puedes estar brillante todo el año y si metes la pata en un partido así, te crucifican para los restos. El mismo argumento vale para Luxemburgo. Muy simpático, muy impulsivo en su estreno, con pinta de ser un tipo serio y trabajador, pero el derby también le marcará. En estos partidos no se puede vender la moto. Discursitos y pamplinas deben quedar para mejor ocasión. Ah, y por una vez, que se olviden de enrevesadas tácticas. Los derbys se juegan a un ritmo parecido al que impuso el Madrid en los famosos seis minutos de la Real Sociedad. Por eso suelen dar tanto juego.

Tampoco se permiten escaqueos de los jugadores. Son partidos bravos. E imprevisibles. Ganas cuando te quedas con diez o pierdes cuando sacas quince puntos al rival. Para otros será también su primer derby, pero yo me fijaré especialmente en los técnicos. Por un día, Ferrando se debe olvidar del centrocampista que no le traen, de lo poco resolutivo que es el equipo en ataque y de la excesiva dependencia de Torres. También es el día ideal para quitar el corsé defensivo que tantos puntos ha salvado en el Calderón y abrir la mano para que se disparen los instintos básicos de los jugadores (esto nada tiene que ver con dar patadas, querido Sosa). Y Luxemburgo, por dos horas, que olvide el martilleo al que le somete Sacchi para que el equipo trabaje como equipo. Eso está muy bien, pero en estos partidos se perdona la anarquía. Que los novatos no nos estropeen la fiesta.

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