He perdido la fe en Ibagaza
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Ibagaza no jugará finalmente el decisivo choque de mañana frente a Osasuna. A priori cabe pensar que sin el Caño adolecemos de juego de creación y perdemos gran parte de nuestra capacidad ofensiva. Es una conclusión harto repetida, dada la fragilidad de un jugador que parece lesionarse con las ráfagas del aire. No logro entender ni su fragilidad ni el nulo rendimiento que está ofreciendo en las filas del Atlético. Añoro aquel Ibagaza, alegre e imaginativo, que hacía las delicias de los amantes al buen fútbol cuando jugaba con el Mallorca. Desde entonces, hay que decirlo bien a las claras, no ha dado una a derechas en el Atlético. Su personalidad introvertida y apocada, parece habérsele pegado a las botas. Ibagaza ni crea, ni inventa, ni transmite otra cosa que la mediocridad que reina en el equipo. Parece afectado por un extraño mal próximo a la melancolía. Ni él mismo creo que se pueda reconocer.
Muchas veces me pregunto qué le puede pasar a alguien para olvidar que un día jugó a este deporte como pocos. ¿Es la falta de motivación? ¿O son los errores del entrenador por no saber ubicarle en su verdadero sitio? La verdad es que no acierto a dar respuesta a tan peliagudos interrogantes. Como tampoco habla, resulta muy difícil saber qué es lo que le ocurre. Les juro que me gustaría volver a verle jugar y ser el que fue, pero por el momento he renunciado a tan ilusorio objetivo. Por el momento habrá que seguir conformándose con la clase que, a cuentagotas, Ibagaza nos ha demostrado y, eso sí, rezar para que ni el aire, ni tan siquiera un grito a destiempo de un compañero o un rival le pueda ocasionar una irreparable lesión en el oído.



