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Lugares por explorar y necesarios

A veces, encuentras impulsos para seguir adelante donde menos te lo podías esperar. Poco antes de salir hacia Egipto, donde ahora me encuentro, tuve oportunidad de participar en una tertulia en la que Joaquín Sabina se planteaba si quedaban en el mundo lugares de verdad desconocidos, no hollados por el ser humano. Hubo quien -por demás viajado y leído- se apresuró a aseverar con rotundidad que no. Hay que reconocer que se trata de una opinión generalizada, que algo debe tener que ver con esa especie de complejo de superioridad que flota sobre occidente respecto al resto del mundo, alentado por un colonialismo que aún sobrevive en contra de los vientos de la historia, sea americano, francés o chino. Y también, probablemente, por esa torpe creencia humana de que todo debe ser urbanizado, expoliado y saqueado para saciar nuestro voraz apetito.

La decisión del Constitucional cediendo las competencias de los Parques Nacionales es, en este sentido, la mayor pérdida de patrimonio de todos los españoles. Y de paso, con todo el respeto a sus señorías, el mayor disparate medioambiental desde la llegada de la democracia. En lugar de ir por la senda de parques internacionales (por ejemplo en el Pirineo, de la mano de Francia creando el primer parque europeo), les damos el Valle de Ordesa a los que ahora mismo están arrasando las montañas de Aragón... Resultaría cómico sino fuera porque es para llorar. Sin embargo, nos bastó un vistazo a un pequeño globo terráqueo que había por allí para desmentir a quien acababa de dar por terminada la exploración de nuestro planeta. Sólo teniendo en cuenta la tierra emergida (porque de buena parte de las profundidades abisales de los océanos sabemos menos todavía que de la Luna), quedan enorme pedazos de bendita Terra incógnita y sin pisar.

Por ejemplo en la Antártida, donde una extensión similar a la de Europa jamás ha sido pisada por el ser humano. O el Desierto Líbico donde nos adentraremos en los próximos días (ya les iré contando nuestros avatares y nuestros descubrimientos en este rincón de AS) que fue recorrido una sola vez y hace más de cien años. Mientras hacía girar aquel planeta en miniatura buscando lugares que señalar a mis contertulios para apoyar mis argumentos me sorprendía la mirada ilusionada y curiosa de Joaquín. Quién lo iba a decir; el poeta del asfalto, quien mejor ha cantado y contado en nuestro país la vida que sólo crece en el hormigón, dejaba volar la imaginación hacia horizontes salvajes, impolutos de civilización. Hacia lugares que probablemente jamás llegaremos a pisar, pero que necesitamos saber que existen; porque atesoran aún un puñado de misterio, de magia con el que alimentar nuestros sueños.

Y en esa mirada de Joaquín yo encontré un excelente motivo para seguir yendo a esos lugares y traérselos, a él y a todos los que siguen nuestros documentales, escritos en nuestras imágenes para compartir su belleza y, de paso, devolverle a Sabina un poco de la que él nos brinda en cada una de sus creaciones.