Un globo medio pinchado
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Ni el peor enemigo hubiera puesto tantas trampas a la Selección. Acecha el Barça-Madrid, el proceso electoral en la Federación enrarece el ambiente, los empates en Bosnia y Lituania dejaron mustia a la afición y, para colmo de males, el partido contra Inglaterra se ha promocionado poco y mal en una plaza, la madrileña, cargada de grandes acontecimientos durante todo el año. Luis ya sabía cuando accedió al cargo que no sería un camino de rosas, pero seguro que tampoco pensaba que el enemigo lo tendría en casa. Para un tipo independiente como él, debe ser incómodo tratar con gente tan incompetente. Otros que le precedieron en el cargo estaban encantados porque eran y son amiguetes de toda la camarilla que ha ido formando Villar a su alrededor durante dieciséis años. Pero me da que Luis no entrará nunca en ese compadreo.
Lo malo es que hoy espera un rival de entidad. Inglaterra viene de fracasar en la Eurocopa, como nosotros. No ha logrado en cuatro años asimilar los planteamientos del sueco Eriksson, protagonista en los tabloides británicos más por sus escarceos amorosos que por los resultados que ha logrado con la selección. Pese a todo, es un equipo con el oficio suficiente como para complicar la vida a un combinado, el nuestro, que sigue dando tumbos buscando una identidad propia. La apuesta de Luis es clara: explotar la calidad de nuestros jugadores y combinarla con el espíritu de competición que exhiben selecciones como la de Argentina. Hoy es una buena prueba. A los ingleses se les puede ganar bajando el balón, pero siempre que corras tanto como ellos. Sin duda es el gran bautizo de Luis pensando en nuestras posibilidades cara al próximo Mundial.




