Epístola a Fernando Torres

Epístola a Fernando Torres

Querido Fernando, espero que cuando te lleguen estas agradecidas letras te hayas recuperado del sinfín de golpes en los costados y de las patadas que recibiste en Mestalla. Las mismas con las que te obsequian las defensas rivales cada jornada. Es el precio que sueles pagar por tener que bregar, muchas veces en solitario, ante la ausencia de pases en condiciones que posibilitarían ver lo mejor de tí. Pese a todo eres capaz de impedir que nos olvidemos que un día fuimos grandes. Me emociona tu talento, tu capacidad de no desfallecer y perseguir cada balón como si te fuera la vida. Estás muy lejos de la pobre calidad del equipo de tus amores.

Por eso sólo nos queda agradecerte que renuncies a glorias mayores por vestir la camiseta que luces con orgullo. Es de agradecer tu paciencia. No hay una mala palabra ante las dubitativas alineaciones de tus entrenadores. No hay forma de que te asignen un escudero ideal para tus batallas. Unas veces es Salva, otras Paunovic y en ocasiones ninguno de ellos. Cuando miras atrás o a las bandas, anhelando balones inteligentes, te enfrentas al vacío absoluto. Sólo el frágil Ibagaza está a tu altura. Espero tener un día un técnico con ideas claras, interiores aceptables y un centro del campo que sepa crear y no destruir. Querido Fernando, ten como referente a la afición que te adora, y nunca desesperes.