Diez años ya y la misma timidez
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Hacía frío aquella mañana de octubre. Chencho Arias apareció con capa española en el aeropuerto de Barajas. Valdano con traje casi de verano. Había que cumplir con un partido amistoso en Alemania. Por aquella época, hace diez años, el jefe del vestuario era un tal Míchel. Se notaba en las bromas que gastaba desde las últimas filas del avión turbohélice que había contratado el club. Un avión que no era del gusto del fallecido Ramón Mendoza, que a punto estuvo de abortar el viaje. En dicha aeronave sólo viajaban dos periodistas, Enrique Ortego, ahora redactor jefe de deportes de ABC, y un servidor. Pasando inadvertido, con indumentaria poco apropiada y cara de querer descubrir todo muy deprisa, un tal Raúl. Estaba naciendo un mito del fútbol y nosotros pendientes de las chorradas que inventaban los veteranos en el avión.
Ese día, en Kalsruhe, Raúl no mojó pero sí convenció. Valdano y Arias, que disfrutaban de igual forma con la tertulia futbolística, sentenciaron en el regreso que ese chaval estaba listo para jugar en Primera. Dicho y hecho. Cuatro días después debutaba en La Romareda. Nunca olvidaré la cara de Ortego cuando me oyó decir en la transmisión para la tele, sin conocer aún las intenciones del entrenador, que ese chaval apuntaba hacia Primera sin necesidad de esperar un solo día más. Con el paso de los años, este viaje se ha convertido para mí en la típica batallita que cuenta ya el periodista veterano. Pero de todo aquello me viene a la memoria la misma cara que sigo viendo hoy: la de un hombre introvertido, tímido y muy reflexivo. Seguro que el fútbol, la fama y el dinero le habrán cambiado otras cosas, pero su cara no. Sigue siendo la misma.




