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La otra carrera de Alonso

Stirling Moss es uno de los diez mejores pilotos de la historia de la F-1, aunque nunca ganó ningún título mundial. Logró cuatro subcampeonatos, pero su chauvinismo británico le llevó a obsesionarse por intentar ganar un título con una marca inglesa. Lo tuvo todo como piloto, pero careció de la inteligencia de saber escoger el coche ideal en el momento adecuado. Todo lo contrario que el piloto argentino Juan Manuel Fangio. El Chueco era tan habilidoso en los despachos como en las pistas. Ganó sus cinco mundiales con cuatro marcas diferentes eligiendo siempre la mejor opción. De Michael Schumacher se podría decir algo parecido. Ficha por Ferrari cuando los italianos llevaban dieciséis años de sequía a pesar de haber tenido a grandes pilotos en la Scuderia como Prost, Mansell, Gilles Villenueve, Berger, Alboreto o Arnoux.

De inmediato hizo tándem con Jean Todt y se rodeó de lo mejorcito: Ross Brown, Paolo Martinelli y Rory Byrne. Él ponía lo demás. El resultado: cinco mundiales consecutivos. Fangio y Schumacher, uno u otro, deben ser el espejo en el que se mire Fernando Alonso. En la Fórmula 1 la habilidad o el arrojo no lo es todo, tienes que tener muy claro qué es lo que quieres y cómo conseguirlo. El asturiano lleva dos años en Renault y las expectativas sólo son aceptables, pero si la Regie no es capaz de darle lo que necesita y él no logra liderar el proyecto como hizo Schumacher, rodeándose de los mejores colaboradores e ingenieros, debe optar por la fórmula Fangio, cambiar de aires y apostar por una escudería ganadora que estaría entre Ferrari, Williams y McLaren. El argentino lo hizo con Alfa Romeo, Mercedes, Ferrari y Maserati y le fue de fábula...