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El fútbol y los intereses comerciales

La preponderancia de los intereses comerciales en el fútbol es cada día mas determinante. Y cuanto más importante es el equipo, mas se evidencia. Alrededor del mundo del fútbol casi todos hacen negocio, menos los clubes. Han perdido autonomía a cambio de supervivencia. Que no de beneficios. A mediados de los años 90 tuvieron la oportunidad de consolidarse económicamente y crecer más. Tanto aquí como en el resto de las ligas más importantes de Europa. La competencia entre operadores de televisión por adquirir los derechos audiovisuales propició el que los clubs vieran incrementados espectacularmente sus ingresos por este concepto. La impericia de los dirigentes en la gestión de este dinero originó una feria de despropósitos, rompiendo toda regla cabal de mercado. Al cabo de cinco años, la deuda de todos los equipos se multiplicó suicidamente. El maridaje entre el fútbol y la televisión comporta únicamente un solo peaje para los clubes: el horario de emisión de los partidos. Poco, para lo mucho que perciben. Y de nula trascendencia negativa en el ámbito deportivo. No puede decirse lo mismo de las consecuencias que conlleva la actual poligamia a la que se han entregado los clubs. Recaudar.

Hoy, la agobiante necesidad de enjugar la deuda, comporta necesariamente la asunción de muchas más servidumbres. Y obligaciones colaterales que en ocasiones pueden afectar una planificación estrictamente deportiva. Giras a muchos miles de kilómetros de distancia en plena pretemporada. Ingresos atípicos. Dinero a cuenta. Supervivencia. Ahora los límites del terreno de juego los marca un complejo entramado de intereses económico/comerciales. Los departamentos de marketing tienen tanto peso específico en las entidades como el staff deportivo. Y en función de la coyuntura, incluso más. Los derechos de imagen han convertido a los cracks en socios comerciales del club. Otro peaje que genera no pocos conflictos de intereses. Este es el escenario actual en el que se mueven los principales equipos europeos. Y únicamente desde esta perspectiva se entiende que el Arsenal haya alquilado el cambiar de nombre su estadio durante quince años. Penoso, pero es sólo uno de muchos ejemplos. Acompasar con sentido común la necesidad de disminuir la deuda con la no desnaturalización del club es el reto que tienen ante sí los manirrotos dirigentes futbolísticos. De momento los únicos que cargan con la penitencia son los aficionados. Ni romanticismos trasnochados, ni todo a cien. Simplemente respeto a la historia de las entidades.