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Contrastes en la era de Internet

Actualizado a

Seguimos surcando con nuestro globo los cielos peruanos, pero hemos cambiado la inmensidad del Amazonas por otra vastedad líquida, la que forma el lago Titicaca. Volar sobre más de 8.000 kilómetros cuadrados de agua a bordo de un aerostato no es en absoluto sencillo. Estamos literalmente en manos del viento y no podemos decidir dónde nos llevará. Así pues, la contingencia, probable, de una caída al agua nos pondría en serios apuroso. Antes de iniciar esta aventura realizamos varias pruebas en un pantano madrileño, pero les aseguro que por aquí todos preferimos no poner en práctica lo aprendido en casa. Además, el lago se encuentra a 3.804 metros de altitud por lo que el globo consume mucho más gas, imprescindible para calentar el aire que hincha su vela, lo que reduce dramáticamente nuestra capacidad de maniobra. Bien es verdad que enfrentarnos a este cúmulo de escollos nos está aportando una gran experiencia, que a buen seguro resultará decisiva cuando afrontemos un viejo y querido proyecto: sobrevolar el K2. Querido por la aventura que entraña y por lo que significa esa montaña en la historia de Al filo, y viejo gracias a la porfiada tozudez de las autoridades chinas a la hora de conceder los permisos.

Ya en tierra, me vuelve a sorprender la pasión por el fútbol que por aquí impera. Igual que hace una semana les contaba junto al Amazonas, en las calles de Puno, la ciudad en la que nos encontramos, abundan las camisetas del Madrid y de otros -menos- equipos de fútbol. Jugar al fútbol a casi 4.000 metros de altitud les provoca tener en su organismo EPO de forma natural. A lo mejor el Madrid ha enviado a sus ojeadores a pasearse por las calles de Puno en busca de un revulsivo para el mercado de invierno, pues si aquí corren como corren, a nivel del mar deben ser invencibles.

Desgraciadamente, en estas calles no sólo se juega al fútbol. Recorrerlas ahora nos provoca cierto escalofrío. Y es que un día antes de nuestra llegada, un hombre que había robado una bombona de butano fue atrapado por la multitud; lo ataron a un poste, lo rociaron de gasolina y le prendieron fuego ante la mirada impasible de la policía, que no hizo nada por evitar que el desgraciado muriese abrasado. Cuando le hice un comentario de reproche sobre el linchamiento a un convecino, que se encontraba en el ordenador de al lado en un cibercafé, me contestó que era la única forma de acabar con los robos y que si las autoridades no actuaban, en Puno sabían muy bien cómo hacerlo. Es más, me contó que el año pasado un alcalde de una localidad cercana fue rodeado y apaleado por la turba hasta morir en la calle más céntrica de Puno. No pude por menos que sobresaltarme ante el contraste. Frente a mí se abría la ventana global de Internet mientras al lado me asaltaba una escena propia de lo que quizá muchos consideren equivocadamente remotos tiempos oscuros. Pero lo cierto es que nuestro mundo sólo es por completo hermoso cuando se mira desde la cesta de un globo.

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Sebastián Álvaro es director del programa Al Filo de lo imposible de Televisión Española.