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¿De verdad quieren ustedes ser como David Beckham?

Les anticipo que si el Madrid se perdiera en una isla desierta y yo fuera García Remón, en el primer recuento de náufragos siempre buscaría a gente como David Beckham. Un futbolista comprometido, competitivo y poseedor de un celestial toque de balón. Pero les confieso que, desde el pasado sábado, he comprendido lo difícil que es ser Beckham y no morir en el intento. Me explico. Ante Gales firmó el gol más bello de los últimos años. Su golpeo al esférico pareció diseñado por ordenador. La curva de la pelota fue perfecta, como si Picasso la hubiese imaginado en uno de sus famosos lienzos con poder hipnótico. Hasta la escuadra de la portería galesa pareció aplaudir la majestuosidad del golazo. Sends it like Beckham (Pégala como Beckham) titulaba brillantemente The Sun para definir la genialidad del capitán de los Pross. Por eso me duele que el infortunio le vaya a dejar fuera de la circulación varias semanas. El Madrid necesita más que nunca el ardor guerrero y la sutileza técnica de este crack metrosexual. Además, su ausencia reavivará el eterno debate del mediocentro de nunca jamás.

Paradójico. Desde su golazo a Gales la vida de David ha sido un infierno. Le parten una costilla, salta al ruedo mediático la esteticista de su mujer para apuntarse al carro ventajista de las que aseguran haber pasado por sus cotizados brazos y, para colmo, tiene un ataque de sinceridad (innecesaria y torpe) y reconoce que buscó a propósito la tarjeta ante la tropa de Giggs, con lo que ha vulnerado el espíritu del Fair Play y ha dado más carnaza a su legión de enemigos. En vez de estar hablando de su gol arquitectónico, llevamos tres días ubicando a mi admirado David sólo en las crónicas de sucesos. Aunque muchos adolescentes sueñan con ser como él, no le envidio. Su vida es tan compleja que hasta sus obras de arte en el terreno de juego caducan en cuanto que sale de la ducha y se pone los vaqueros más fashion del momento. Beckham es un jugador ejemplar y un profesional, pero el fútbol le queda tan lejos de su turbulenta existencia...