La clave se encuentra en Oporto
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Lo único que no ha desaparecido de aquella noche mágica para el Deportivo, la del Centenariazo, es la sonrisa pícara de Lendoiro y el rictus mesurado de Javier Irureta. Debería ser suficiente para mantener en pie un equipo que ha hecho historia, pero no. Ese vestuario está tocado. Al margen de consideraciones evidentes como que defensa y parte del medio campo se haya ido quedando viejos y que los recambios para hombres como Naybet o Mauro Silva no se ven, existe un problema de agotamiento mental. Si aquel famoso 6 de marzo de hace dos años y medio el Deportivo no hubiera ganado la Copa del Rey, igual se habría visto algo parecido. Ganó y recargó pilas para seguir en lo más alto otro par de temporadas. El mazazo del pasado año, cuando acariciaban la Copa de Europa, puede ser el origen de lo que estamos viviendo hoy.
La semifinal de la Champions perdida con el Oporto hizo más daño del que presumíamos. Un vestuario c ree en sí mismo y en el entrenador hasta que deja de hacerlo. Hay más posibilidades de que la falta de fe llegue cuando están hartos de verse las caras. Pero mientras los resultados acompañan, se aguantan, se soportan. No digo con esto que estén a tortas, ni que Irureta haya perdido crédito o autoridad ante los suyos. Digo que aquella noche que voló la final europea, la noche donde hasta el Rey quería presenciar en directo lo que hubiera sido la mayor gesta de la historia en el deportivismo, se agotó un ciclo. Y el no verlo así nada más concluir aquel partido es lo que hay que cargar en el debe de los dirigen el Depor. Meter gente nueva en la caseta, cambiar cromos con otros equipos, en definitiva, remover la baraja un poco. Y no se ha hecho.




