Con Osasuna sin Samuel y sin Woody
Todo empezó aquí mismo. En la montaña de Montjuïc. Mágica para algunos, maldita para aquellos que condicionan su estado anímico a la suerte que corra el golpeado Madrid de las estrellas (estrelladas). Un golazo de Galletti le dejó sin la Copa del Rey. El Madrid no ha vuelto a levantar cabeza. Han transcurrido seis meses y un día. Como una condena carcelaria. Desde entonces, los galácticos están en período de excedencia y el equipo con más millones de fieles en el planeta ha abandonado los titulares festivos y perfumados para pasar a engrosar la crónica de sucesos. Para animarme podría hablarles de la actitud heroica de César bajo los palos y el buen criterio de Celades en la conducción. Pero hay que ser prácticos. Pensemos en el martes. Llega Osasuna y el panorama es aterrador.
Los navarros llegan al Bernabéu por encima en la tabla de los ex galácticos. Los problemas crecen. Serán baja Salgado y Samuel por culpa de sus expulsiones. Woodgate sigue fuera de cobertura. Los fichajes de los 45 millones de euros, no operativos. Casillas tiene un dedo chafado y César una rodilla machacada... No es por ser tremendista, pero ante la tropa liderada por Milosevic (ese serbio que le hizo un hat-trick a Bizarri en una goleada histórica del Zaragoza: 1-5), Camacho tendrá que tirar de Arbeloa, Pavón y Bravo. Confío en los chicos, pero cuando los canteranos tienen que saltar a la arena en mitad de un terremoto lo normal es que terminen sepultados bajo los escombros. Al menos, los jugadores mejoraron su actitud y hasta podrían haber fabricado un final feliz si Ronaldo no pifia ese penalti que resume el actual sentir del madridismo. Máximo castigo.