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Su Atlético es lo único que importa

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Entre los recuerdos más gratos de mi etapa universitaria están los Atlético-Barcelona. Dirán ustedes que vaya juventud más triste la mía (les gustaría oír la opinión de mi novia de entonces), pero en una edad en la que marcar era lo único importante, este partido era garantía de goles. Y claro, a algo había que aferrarse. En aquellos partidos vi a Caminero hacer el quiebro de la década (alguien recuerda que aquel gol lo metió ¡Roberto Fresnedoso! El destino es así de caprichoso), a De la Peña marcar desde medio campo, a Pantic batir cuatro veces a Baia en el Camp Nou y perder, a Sergi lograr un golazo con la derecha...

Todos aquellos días, en el banquillo del Atlético estaba sentado Radomir Antic. He escuchado a muchos críticos del serbio. Dicen que es orgulloso, altivo, que él mismo destrozó su propia obra maestra. Sinceramente, no sé si será verdad y tampoco me importa lo más mínimo. Todos conocemos los problemas de Maradona, pero para mí seguirá driblando ingleses eternamente. Axl Rose y el resto de los Guns NRoses rozaban la oligofrenia, pero aún alucino cada vez que escucho Sweet child omine. Bogart era un borracho insoportable, pero yo quiero ser Rick Blaine en Casablanca. Y así, mil casos. He aprendido a disfrutar sólo de su obra. En el caso de Antic, ésta es el mejor Atlético de los últimos 20 años. Con eso me basta.