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A Laporta le cuesta aterrizar

El presidente del FC Barcelona lleva quince meses casi rozando el cielo con la punta de los dedos. Concentró todas sus energías en saltar, pero presumo que nadie sabe dónde y cuándo aterrizará. Ganó holgadamente las elecciones con el estrépito de un jet al despegar y durante poco más de un año ha dirigido la entidad a velocidad supersónica. Su agenda diaria no admite más citas porque el día sólo tiene 24 horas. En un abrir y cerrar de ojos ha devuelto a la entidad ilusión, orgullo y ha recuperado el sentido identitario. Pero no acaba de aterrizar.

Desde allá arriba se tiende a dar poca importancia a los asuntos que enmarañan el día a día. Y tampoco se oye voz alguna. Alguien que sabe, y mucho, de alturas, Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la luna, manifestó: Los grandes pensamientos (proyectos) necesitan no sólo alas, sino también algún vehículo para aterrizar. Joan Laporta superó con notable nota el balance de su primera temporada al frente de la entidad blaugrana. Él y su equipo directivo manejaron con sensatez y sentido común la crisis deportiva de la primera vuelta de la Liga. Ahora parece que aquel equipo directivo homogéneo no lo es tanto. La precipitación del presidente al designar a Valero Rivera como responsable máximo de todas las secciones ha suscitado serias fricciones. Los resultados dirán si de un excelente mecánico han hecho un pésimo encargado. Laporta se autoencomendó y decidió hacer buena la frase de que la mejor forma de vencer al enemigo es acostarse con él. Rivera, amigo personal de Núñez, es el único símbolo que puede enarbolar el constructor. Ha cercenado ya tres cabezas y Laporta no le retira el hacha. De momento las ansias en la poda han generado más problemas que soluciones.

Alguien debería proporcionar al presidente el vehículo para aterrizar. Y con cuatro ruedas bien consistentes: las de la humildad, el sosiego, la autocrítica y el saber escuchar. No basta con oír. Aquí, como en Italia, todos los clubes de fútbol son presidencialistas. Todo lo contrario que en Inglaterra o Alemania. La bondad del modelo está en función de los resultados. El presidente Joan Laporta y sus directivos deberían saberlo; con todas las consecuencias. El primero, aterrizando; y el resto ofreciendo el vehículo. Seguramente no ignoran que detentar todo el poder no significa necesariamente atesorar todo el talento. Y dejar que sean los futbolistas los cracks mediáticos.