El G-14 carece de remate
Los dieciocho clubes más importantes del fútbol europeo forman un equipo tan selecto y cerrado que ni siquiera se arremangan para marcar un gol. Elaboran jugadas geniales, siempre en su campo, pero no avanzan un solo metro en terreno contrario. Sequía goleadora y murmullos en la grada. Años de reuniones preñadas de peticiones sensatas y mucha correspondencia. No más. El contrario, FIFA/UEFA, espera en su área. Taponando la portería y archivando el alud de papel que les llega por correo. Es un equipo ducho en mantener el arco imbatido y quedarse con la recaudación. Mientras unos se autoconvocan de nuevo para decidir cuando cruzar el medio campo, los otros se afanan en seguir ordeñando el monopolio. Es un partido en el que el G-14 enmascara con buenas formas su falta de osadía. Entretanto, el rival sigue montado en su lomo.
El caso Ayala, uno más, debería haber activado la rebeldía que dicta el sentido común. Ni así. Y cuando alguno de sus miembros (Milán y Bayern Múnich) se niegan a dejar a sus jugadores brasileños para un amistoso contra Haití, el resto del grupo abofetea la solidaridad. Ciertamente los integrantes del G-14 se aliaron por conveniencia. Hay pocos temas que les unan por unanimidad. Pero tampoco tanto como para pasar del círculo central. Se trata de clubes rivales que se disputan jugadores y títulos. Disimulan los mutuos recelos con elegancia, pero cada uno va a lo suyo claramente. Los mandatarios del fútbol europeo y mundial lo saben. Desoyen las reiteradas amenazas pero a la vez sueltan carrete poco a poco.
Centímetro a centímetro. Saben que tienen perdido el partido, pero quieren llegar a la prórroga y después al lanzamiento de penaltis. Dejan pasar tiempo mientras van saltando obstáculos: la Eurocopa ya es historia y ahora aguante hasta el Mundial de Alemania dentro de dos años. Y si es preciso aceptarán que se constituya una comisión. Todo menos abrir la caja de momento. Después del Mundial, quizás. Y saben también como estirar en el tiempo la demanda interpuesta por el G-14 en Suiza. FIFA/UEFA acabarán articulando una fórmula que permita que los clubs cobren por ceder sus jugadores a las selecciones y también racionalizarán el calendario. Pero cuando quieran ellos. No tienen la razón, pero se sienten seguros en su fortín.