Víctima de un cuento de hadas
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Una frase ingeniosa se acabó convirtiendo en el catecismo. Y eso no es. Imagino que Florentino Pérez, cuando soltó lo de Zidanes y Pavones, quería revitalizar un espíritu de cantera que estaba bastante dormido. Luego, lesiones e indolencia de jugadores de clase media que esperaban plácidamente un nuevo destino, hizo que los chavales se creyeran realmente protagonistas del nuevo proyecto deportivo. Sin duda, hubo exageración por parte de todos, y ahí debemos incluirnos también los periodistas. Pero la puntilla llegó con Carlos Queiroz, timorato en las grandes decisiones de vestuario y pusilánime cuanto trató el asunto de la cantera. Oía cantos de sirena y, como siempre pensó antes en caer bien a los que mandaban que en buscar el interés del equipo, decidió poner cuarto y mitad de pavones en sus atolondradas convocatorias.
El asunto de los que deben llegar al primer equipo desde la base se trata con la rudeza que lo ha hecho José Antonio Camacho. Para jugar en el Real Madrid hay que derribar la puerta a patadas, sin pedir permiso, siendo descarado en el minuto de gloria que te otorguen en un amistoso. De no ser así, los jóvenes deben asumir su papel de apagafuegos cuando llegan las lesiones, al tiempo que siguen madurando con cesiones en otros equipos de Primera División. Insisto, el canterano que explote, lo hará en la primera ocasión que le brinden. Decirles lo contrario es mentirles. Y eso, independientemente de que por fin Florentino ponga orden en el método que se sigue desde que llegan al Real Madrid en edad de alevín. Debería tentarse la ropa y buscar para el puesto, más que un nombre que suene, alguien que lleve años en esa labor.




