La noche más triste en el Palco
No fue una derrota más. Ni en el campo. Ni en la grada. Ni en la zona noble (Palco de Autoridades). Florentino se quedó de piedra al comprobar que el Trofeo Bernabéu se convirtió en una caldera de desilusiones alimentadas por un equipo pasota, al que suspenderíamos en historia (fijo) si a sus componentes les preguntamos sobre la legendaria figura del presidente de los presidentes. Mancillaron su memoria. Recuerdo una escena impactante de La Naranja Mecánica (la obra maestra de Stanley Kubrick) en la que Alex, el psicópata líder de la pandilla de drugos que siembran de pánico y sangre la ciudad, es sometido a una terapia en la cárcel sujetándole los párpados con pinzas para que se tragase una proyección tan dura que acabó repudiando la violencia. A los jugadores del Madrid les pondría un vídeo terapéutico con la majestuosa obra de Don Santiago (sin él, hoy no serían nadie), que instaló la base de un club que es el espejo y la admiración del mundo entero. Tras ver la película, algunos tendrían un ataque de mala conciencia...
En el descanso del partido, una vaca sagrada del madridismo se acercó a otra en estos términos: ¡Vaya bodrio, amigo!. Éste sonrió, tomó unos canapés, un refresco y a los diez minutos le devolvió el saludo al ilustre colega: Pues prepárate, que el bodrio tiene segunda parte. No es pesimismo, es realismo. El presidente sabe que posee mejor plantilla que hace un año y que este equipo es capaz de ganarlo todo si se lo propone. Pero la vida es actitud, entusiasmo y coraje. Ante el Pumas, ninguna de las tres cosas. Camacho se desespera con razón, Florentino se va triste a casa y la afición rumia el porqué de tanta indolencia.