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El Madrid recupera el buen gusto

El Bernabéu vivió una noche de luces, de ilusiones recuperadas, de magia futbolística. Campo lleno. Cartel de no hay billetes en un 25 de agosto. Ante unos polacos desconocidos y sin ningún galáctico de estreno en el campo. Pero jugaba el Madrid. Y eso es mucho. 70.000 gargantas olvidaron los dos meses de marras en un elogiable acto de fe que demuestra la cultura de una afición acostumbrada al caviar, pero que sabe mantener la frente alta cuando en la mesa sólo hay un bocata de calamares. Bastaron dos minutos para darse cuenta de que la pesadilla caducó con el inicio del verano. Zidane, Figo y Ronaldo son tres regalos del cielo, tres delicatessen que convierten el fútbol en un deporte de culto. Entre la frescura talentosa del marsellés (más entregado que nunca a la causa desde que dejó su selección), el coraje de Figo convertido en una estampida de búfalos con el balón en los pies y el instinto criminal de Ronie en el área, se dibujó una noche de sueños y de fantasías animadas que aventuran un año en el que el madridismo recuperará la autoestima a base de espectáculo, juego imaginativo y aplicación colectiva del fútbol.

Zidane rescató la sonrisa de un estadio que ha comprobado que en el banquillo es donde se ha fichado al galáctico del verano. Con Camacho se acabó la barra libre de la frivolidad sin objetivos. Este equipo seguirá fiel a su estilo basado en hacer de este invento una promoción gratuita de la Playstation, pero sin perder el rigor defensivo y la disciplina táctica. Por eso, ver como Raúl, Ronaldo y Figo son sustituidos ha dejado de ser un drama. Salen Guti, Morientes y Solari. Hay banquillo. Hay equipo. El buen gusto sigue pintado de blanco.