La Línea Mágica del K-2
Hoy debería estar la bandera española ondeando a media asta en la villa olímpica de Atenas. Ayer, a las cuatro y veinte de la madrugada, murió en el collado Negrotto, a 6.300 metros de altitud en el K-2, uno de los mejores deportistas de nuestro país. Si el alpinismo fuera olímpico, a estas alturas estaríamos celebrando uno de los mejores resultados de nuestra historia. Pero como no lo es, ningún mandatario deportivo se acordará de mi amigo Manel de la Matta. Y muy pocos podrán valorar su escalada de la Magic Line, una de las rutas más difíciles del K-2; un prodigio de roca y hielo que parece una flecha clavada en el cielo del Karakorum. Una vía tan bella que en 1979 Reinhold Messner (aunque ni se atreviese a intentarla) la denominó la Línea mágica.
Hace dos días Manel y Óscar Cadiach se dieron la vuelta, exhaustos y con problemas derivados de la altitud extrema, mientras Jordi Corominas seguía adelante y alcanzaba la cumbre a las doce de la noche, para luego, con las últimas fuerzas, iniciar el descenso por la ruta de los Abruzos. Para dar una idea de lo que supone este logro del alpinismo español -que se suma a los de Edurne y compañía en la misma montaña y el de Iñuarrategui y Beloki en el Gasherbrum III- hay que señalar que sólo tres alpinistas antes que Corominas habían logrado culminarla y que cinco se habían quedado en el intento.
Y ahora nuestro querido amigo Manel, uno de los mejores hombres que he conocido, una de esas personas que se dedican a hacer más fácil la vida de los demás. Por ejemplo, trabajábamos en la Fundación Montañeros por el Himalaya, y se dedicaba en cuerpo y alma para que niños de Nepal, Pakistán y China pudiesen ir al colegio. Seguro que ahora mis amigos catalanes recibirán un montón de condolencias, de la misma gente que hasta el día anterior a su partida les negó hasta un euro, porque, ya saben, el nuestro no es un deporte olímpico.
Durante meses, estuvimos juntos mendigando para llevar adelante su proyecto, pero apenas obtuvimos más que buenas palabras, justo en instituciones que deberían hacer más por los deportistas y dejarse de posar en fotografías pidiendo selecciones propias. Apenas nadie, ni público ni privado, estaba interesado en la que es, sin duda, una de las más grandes gestas a las que puede enfrentarse un deportista.
Pero no nos engañemos: tenemos el país que tenemos; el mismo, o casi, del que se quejaban Machado, Unamuno, Ortega y Costa hace cien años. Con la décima parte de lo que cuesta cualquiera de los fichajes futbolísticos se podrían impulsar casi todas las expediciones de montaña o estimular entre niños y jóvenes la práctica de deportes que fomentan lo mejor del espíritu humano. Así que no me hago ilusiones. En Atenas nadie se acordará de Manel.
He querido mandar a mis amigos un fuerte abrazo y compartir con ellos tristeza y lágrimas. Exhaustos por los días pasados por encima de ocho mil metros, mis amigos han tenido el detalle de agradecer esas cuerdas fijas por las que pudo descender Jordi en medio de la noche. Ese gesto no hace menos importante su hazaña. Les hace más grandes. Fue por ellos por los que no las quitamos hace veinte días. Y no, no ondeará mañana la bandera a media asta.
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Sebastián Álvaro es director del programa de TVE Al Filo de lo Imposible.