Cara y cruz de dos amigos
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Raúl tardará tiempo en olvidar Cracovia. Morientes también. La amistad que une a ambos hizo que el capitán se mojara por él hace un par de años, justo cuando llegó Ronaldo. El Moro deberá ejercer ahora de consuelo para que Raúl supere un bache que dura demasiado. Camacho, en un gesto de generosidad y confianza, quitó a Ronaldo para que entrara Morientes, cuando el cambio debió ser otro. El brasileño, pese a no marcar, está fino. A esas alturas, el duelo estaba en tablas y pintaba peliagudo. También sacó del campo a Zidane para que tuviera minutos Guti. Nueva sorpresa, porque el francés, sin estar bien, había sido el que más rondaba el gol y el que inventaba de cuando en cuando. Camacho trae bien aprendida la lección: el banquillo está para moverlo porque sirve de refresco y, además, fomenta la competitividad en la plantilla.
Volviendo a lo de Raúl, hacía tiempo que no le veía tan desencajado. Nadie puede reprocharle entrega pero llega tarde a las jugadas, está torpe con el balón en los pies y recurre a entrar en juego en zona de nadie, con pases cortos que no conducen a nada. Sin sitio y sin chispa. Justo lo contrario que Morientes. Ahora mismo está para disputarle el puesto a cualquiera, sea Ronaldo, sea Raúl. Tira desmarques, gana la espalda a los defensores y todo lo que toca acaba entrando. Es pura reivindicación después de un año de exilio. Al margen de este curioso contraste de dos amigos que vuelven a estar juntos pero separados por la fortuna, el Madrid, jugando a medio gas, demostró ser mucho más que los polacos. Me da que hemos hecho casi una leyenda del Wisla cuando no dejan de ser un equipo de medio pelo.




