Nacido para apostar y ganar

Sigue guasón pero con un punto de sensatez que desconocíamos. Ronaldo empieza a opinar como un veterano. Lo es. Lleva diez años jugando en Europa y las dos rodillas señaladas por el afilado bisturí. Si le hablan de Morientes y la lucha por ganarse un puesto de titular, él recuerda que nunca lo ha tenido fácil. Si le mencionan a Vieira, explica su escapada del Inter o del Barça. A Noé le van a hablar del diluvio. Incluso nos ha cogido el punto en lo de pedirle apuestas. Por si no lo sabe, nos va la marcha. Las redacciones son una gran timba. Apostamos a todo. Basta con que un desocupado le pegue al magín un poco y ya hay cola de jugadores. Anuncia que dirá cuántos goles marca a final de mes. El primer año superó la cifra pronosticada y el segundo se quedó corto. Ahora el envite será mayor, seguro que próximo a las cuarenta dianas. Al tiempo.

Pero por encima de todo está la felicidad que exterioriza el jugador. Se le ha pasado el gesto mohíno que le acompañó en la gira por Japón -otra vez la letra pequeña de los contratos publicitarios- y ahora quiere marcha. Camacho ya se la da en los entrenamientos pero necesita marcarse retos. La única Copa grande ganada con el Real Madrid, el campeonato de Liga de 2003, la disfrutó poco con aquella cenita donde Fernando Hierro empezó a disparar a todo lo que se meneaba. Del pasado año, qué quieren que les diga. Por eso ahora está vacilón y crecido. Debe verlo bien. Pensará que si ha sobrevivido a la pretemporada, toca disfrutar, empezar a ganarle apuestas al míster (seguro que ya tienen alguna cerrada) y lograr el único gran trofeo que le falta en su vitrina: la Champions League. A mí me gusta apostar y ganar. Con él no apostaría.