Wenger ya pasa por el aro
Estoy seguro de que Arsene Wenger fue, en su otra vida, primo hermano de Napoleón Bonaparte. Su altanería, gesto hierático y actitud egocéntrica revelan el perfil de un personaje infeliz, que nunca se hubiera reído con su propio guiñol. Conclusión: jamás el Arsenal ganará la Champions teniendo en su banquillo a semejante angustias. Por eso, me parece hasta previsible que el tal Wenger (Del Bosque se puede hacer una petaca con el currículum del técnico de los gunners) haya pasado en 72 horas de insultar a los libros de historia vaticinando tres décadas de esterilidad madridista en Europa a bajarse al pilón y asumir que la marcha de Vieira al Madrid es inevitable. El francés ha recibido un tirón de orejas de David Dein, el Florentino del Arsenal, que le ha hecho entender que su guerra está en la pizarra y no en los despachos. Wenger ha actuado con resentimiento porque le duele imaginarse a Vieira aclamado por ese Bernabéu al que él ni siquiera ha acudido como turista.
Esto me suena de algo. Recordemos cómo Cúper fue de gallito en el famoso verano de Ronaldo hasta que la ley de la gravedad (la de la coherencia) le hizo comerse su orgullo criollo alimentado en Ferro y aceptar que Ronie se marchaba con su fútbol vertical y su sonrisa horizontal a otra parte. Ferguson también fue disfrazado de Braveheart escocés hasta que un inglés refinado y metrosexual como Beckham le dijo: Viejo, ahí te quedas. Ahora le llega el turno a Wenger. Su inacabable ombligo le ha impedido ver la realidad. Si el gigante africano se empeña, volará al nido del Bernabéu. Arsene empezó a recular ayer para evitar seguir bañándose en el fango del ridículo. Florentino, paciente impenitente, sigue riéndose en el Pitina surcando las aguas monárquicas de Palma. Por algo será...