Plata nos parece, oro si es...
A España le va a salir muy bien la apuesta de Atenas. Esta Selección me ha recuperado la ilusión por este deporte de altos y bajos, que en mi adolescencia me hizo creer que subir a la cima del K2 no debía ser tan difícil. Pero la transición de estos últimos años, estériles de títulos y alegrías, ha finalizado gracias a la generación de Gasol, Garbajosa, Navarro y compañía. En los últimos días han conseguido rescatar los latidos nostálgicos de la España del Cuéntame, en la que nuestro baloncesto se ganó el derecho a que le hablarán de usted. Veo a Corbalán en Nantes 83 liderando el triunfo ante la extinta URSS de un niño-milagro llamado Sabonis, o a mis adorados Fernando Martín (me pongo de pie), Llorente, Romay, Beirán, el lagarto De la Cruz, Epi, o Jiménez aplastando a Yugoslavia (va por vosotros nikis) antes de meternos en la final olímpica del 84 ante el Jordán Team.
Han pasado 20 años y barrunto que vamos a repetir hazaña. Esta es una España de Armani, bien vestida, bien alimentada y aleccionada. Además, se ha derribado el falso testimonio de que sería la primera España sin un sólo jugador del Madrid. Felipe Reyes debutará como embajador de la religión blanca colgando de su cotizado cuello una medalla ¿Oro? Plata no es. Hasta los yanquis se baten en patética retirada... Llegó nuestra hora. A por ellos. El espíritu del 84 invadirá las canchas de Atenas. Por eso sé que mis madrileños de agosto (¡vivan los Rodríguez!) llenarán desde hoy Vistalegre. Esta España lo merece.