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La otra historia del K2

Hace 48 horas nos encontrábamos viviendo una de las mayores aventuras que hemos vivido en nuestra ya larga historia mientras ahora acabamos de dejar a Edurne y Juanito en un hospital de Islamabad y, si los médicos lo aconsejan, dentro de veinticuatro horas volaremos a España. Probablemente ya estén informados de los pormenores de la ascensión al K2 y, sobre todo, de la pesadilla en que se convirtió su descenso. Nuestros dos compañeros estuvieron muy cerca de no regresar a casa. Y, sin duda, esta vez el K2 fue benigno y nos regaló una noche apacible para que todos pudiésemos reencontrarnos el campo base y de esta forma pudiésemos reconciliarnos con la montaña más bella y terrible de cuantas existen. Al Filo cierra su ciclo en la Montaña de las Montañas el año de su cincuentenario, Juanito, en su vertiginosa carrera, pone el listón en el 21, mientras que Edurne se alza al primer escalón femenino con el séptimo.

Pero detrás de cada historia siempre hay otra historia. La que nunca se cuenta y cae en el olvido. Mientras vivía la interminable espera de saber a Juanito desaparecido a más de ocho mil metros, me dije a mismo que esta vez no ocurriría así. Y por ello, desde esta página, quiero dar las gracias a todos los que me ayudaron en esas horas dramáticas. En primer lugar a mi amigo Ferrán, del que apenas se ha valorado que renunció a la cima al día siguiente para ponerse a buscar a Juanito, y encontrarlo, justo en esos minutos en los que el reloj corría, inexorablemente, en nuestra contra. A Juan Vallejo, que se quedó con Edurne y Juanito renunciando a su propia seguridad. A Silvio, a Adriano (si, el italiano que, al pie de la chimenea House le dijo a Edurne: Te besaría aquí mismo, sino fuera porque Juanito lleva el piolet en la mano, como prueba de que el romanticismo está aún muy lejos de perecer), a todos los alpinistas italianos que nos ayudaron a bajar a nuestros dos compañeros, durante todo el martes, dejando plantado a su ministro que había llegado al campo base a felicitarlos. A Raimundo, el médico de la expedición andaluza, que estuvo toda la noche realizando las curas para que la evolución de las congelaciones fuesen menos graves de lo que eran. A mis compañeros de TVE, desde los de la oficina, que junto a la compañía Europea de Seguros ayudaron a planificar la operación de evacuación, a los de informativos que estuvieron siguiendo al minuto, animándonos, cuando más desesperada era la situación.

A Araceli, la mujer de Juanito, por decirme, simplemente, dime la verdad, sea la que sea. A mi compañero de aventuras, desde hace más de veinte años, Toñín, por quedarse en este momento, al mando del barco y dejarme que me viniera a cuidar de Edurne y Juanito. A todos los amigos que nos quieren y que estuvieron a nuestro lado, animándonos en esos momentos terribles, a seguir haciendo lo que hacemos. Y a los que, por miedo a no molestar, sufrieron en silencio con nosotros. A la enfermera pakistaní que, pacientemente, está en estos momentos aguantando las quejas de Juanito, porque no le ha dejado venirse a cenar con nuestro amigo Victor Suances, de la embajada española... y a todos ustedes, porque, en definitiva, de ustedes es Al Filo de lo Imposible.

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Sebastián Álvaro es director del programa de TVE Al Filo de lo Imposible.