El guía más viejo del mundo
A los noventa y ocho años Ulrich anunció públicamente que abandonaba la ascensión de montañas. Hace unas semanas, ha muerto este hombre excepcional con 104 años de edad. Era el guía de montaña más viejo del mundo. Ulrich Inderbinen vivía en la localidad suiza de Zermatt, a los pies del Cervino, la montaña que había marcado su vida. Los primeros años de la vida de Ulrich Inderbinen no se diferenciaron mucho de la de otros campesinos de esa región alpina. A los trece años comenzó a trabajar como pastor, luego fue cantinero, electricista o carpintero. Pero en 1921 una de sus hermanas mayores le descubrió la que sería la pasión que habría de cambiarle la vida: escalar.
Ese mismo año llegó por primera vez a la cima del Cervino. Lo lograría otras 37 veces a lo largo de su vida, la última con 90 años. Tan sólo cuatro años más tarde de su primera escalada del Cervino consiguió el diploma de la Escuela de Guías. Sin embargo, hasta la década de 1960 no pudo Inderbinen dedicarse profesionalmente al trabajo de guía, lo que haría hasta los 98 años. La tradición asociada a los guías de montaña se encuentra entre las más nobles de cuantas están relacionadas con el alpinismo.
En estos tiempos en los que cada vez resulta más frecuente toparse con profesionales del escaqueo entre los que se dedican profesionalmente al alpinismo, como algunos de los que estamos teniendo que soportar aquí en el K2 o los que han convertido el Everest, la montaña más alta del mundo, en un circo de tres pistas, la figura de aquellos guías se agiganta y adquiere un halo casi mítico. Antes que los guías, fueron los cazadores y los buscadores de cristales de cuarzo en los Alpes los primeros en afrontar los peligros de las altas montañas.
Pero fueron estos hombres los que resultarían decisivos en la revolución que transformó las montañas en territorios de aventura. Acompañaron a los pioneros del alpinismo en el siglo XIX aportando su coraje, lealtad y su conocimiento de un espacio en el que habían crecido, pues solían ser de los pueblos cercanos a las montañas que escalaban, como es el caso de Ulrich.
Algunos, sin embargo, conocieron montañas muy lejanas y mucho más altas que las que les vieron nacer. Éste fue el caso, por ejemplo, de Joseph Pertigax, inseparable compañero de Luis Amadeo de Saboya, duque de los Abruzos. Después de escalar juntos numerosas vías en los Alpes y lograr juntos allí algunas cumbres vírgenes, estuvieron donde me encuentro ahora, en 1909. Y supongo que les embargaría la misma emoción trufada de incredulidad al contemplar la montaña de las montañas. Pero no debiéramos pensar que la profesión de guía es una actividad fósil de tiempos pasados.
El consejo y la compañía de un guía de montaña profesional hoy puede ser tan crucial como lo era antaño. Hoy como ayer, Joseph Pertigax o Ulrich Inderbinen o sus colegas que todavía están en activo siguen haciendo de la montaña un territorio feliz donde vivir la aventura.
Sebastián Álvaro es director del programa de TVE Al Filo de lo Imposible