Adrián Campos tenía razón
Álex Palou, pupilo del valenciano, logra su segundo campeonato de la Indy y continúa demostrando que tiene sitio en la Fórmula 1.
Han pasado dos años desde que Álex Palou Montalbo (San Antonio Vilamajor, Barcelona; 1 de abril de 1997) logrará el primer campeonato de la IndyCar que acaba de revalidar en este 2023 y que le aúpan al olimpo de la competición norteamericana, un lugar en el que solo están seis pilotos, aquellos que han ganado más de una vez la Copa Astor: Scott Dixon (6), Dario Franchitti (4), Sam Hornish Jr. (3) y Will Power, Josef Newgarden y el español (2).
Un paso más en la carrera automovilística del barcelonés que arrancó a los cinco años mostrando talento innato en sus manos con los kart. Con 9 años ya era campeón de España alevín y en 2012 con 15 primaveras y varios títulos nacionales triunfa en las World Series de KF3. Ese expediente llama la atención de Adrián Campos, quien siempre destacó la calidad de Palou, al que puso como el mejor de los que pasaron por sus expertas manos. Por las que pasó un tal Fernando Alonso. El asunto no es menor y un mensaje de WhatsApp en 2013 de Adrián a Palou mientras el catalán estaba en clase de matemáticas y un viaje a Alzira, desencadena todo.
Con los monoplazas de la escudería Campos completa los años 2014, 2015,2016 y 2017. “Tiene la cabeza de Antonio García y la madurez de Alonso”, decía Campos por entonces. Y a Adrián había que escucharle y hacerle caso. El tercer puesto en su primer año en la Eurofórmula Open (con tres victorias y peleando hasta el final por el título de campeón) y el segundo en el Campeonato de España de F3, con otra victoria más en su estreno con los monoplazas, le catapultan a las GP3 series. Y para no perder la costumbre, y no quitarle la razón a Adrián, en su primer año llega su primera victoria en la categoría en la última cita del año en Abu Dabi, que además es la primera del equipo valenciano. El camino seguido por Palou era el lógico que lleva a los pilotos la F1. Pero llegar al Gran Circo no es fácil y 2017 es el año de la diversificación de Palou: hace cuatro carreras de la F2 con Campos, las World Series con Teo Martín, acaba 11º en Macao y sorprende con tres triunfos y el tercer puesto en el campeonato de la Fórmula 3 japonesa. En 2018 suma nuevos podios y victorias en la F3 europea, para acabar séptimo. Compite contra pilotos que ya han tenido oportunidades en la F1, Mick Schumacher y Guanyu Zhou, y en 2019 continúa con su aventura asiática y roza el título de la Súper Fórmula Japonesa.
En 2020 llega a Norteamérica para asaltar la Indy en dos ocasiones y rozar el triunfo en una de las pruebas más legendarias de las carreras de coches, las 500 Milas de Indianápolis: un muro (2020), Castroneves (2021), una bandera amarilla a destiempo (2022) y el ímpetu de VeeKay en la calle de boxes (2023), han apartado a Álex Palou de saborear la leche de Indianápolis. Habrá más oportunidades y todo apunta a que será con su actual equipo, Chip Ganassi. Y decimos apunta porque la trayectoria del español en Estados Unidos ha estado marcada por dos embrollos contractuales. Uno con su actual equipo, Ganassi, que le llevó a los tribunales por firmar por McLaren para abrirse la puerta de la F1. Y otro con los de Woking, con los que no seguirá el año que viene cuando era su tercer piloto en el Gran Circo y ya había realizado algunos test y tenía previstos más a partir del próximo mes de septiembre. De vuelta a los tribunales. Pero lo hará como bicampeón de la Indy.
Y después de su excelente temporada en los monoplazas americanos ya son muchas las voces que se preguntan de qué sería capaz Palou con un F1 entre sus manos. Analistas de Estados Unidos incluso se han preguntado a lo largo de la temporada si haría correr más al segundo Red Bull de la parrilla. Palabras mayores que se ha ganado a pulso un piloto español que sigue conquistando un territorio hasta ahora poco conocido, que goza (gozaba) de poco prestigio en España, donde la F1, como es normal, lo eclipsa todo.