F1 I GP DE MÓNACO
Sainz y Alonso, locura madridista en Mónaco
Los dos pilotos españoles de Formula 1 vivieron la 12+1 del Real Madrid con camisetas blancas con el 55 y el 14 a la espalda.
Simona no sabía como pasar con los trozos de pizza para no molestar. Una enorme pantalla curva que preside la caseta de Renault en Mónaco acababa de entrar Bale al campo y la camarera italiana se deslizaba entre las mesas intentando parecer invisible. Poco después llegaba el gol de chilena del galés y la locura se desataba en la delegación española, la familia Sainz casi al completo y algunos periodistas, ingenieros y mecánicos celebraban el milagro del hombre de los cien millones de euros con felicidad total.
Destacaba Carlos Sainz padre, gorra del Real Madrid en la cabeza, que le pone casi tanta pasión a ver un partido de su Madrid como a la vida. El piloto de Fórmula 1, con una camiseta del equipo blanco con el 55 y su nombre a la espalda, rodeado de amigos, como Jando, también con la elástica madridista, en este caso la negra y su primo Caco, que incluso llevaba una bandera de España con el escudo del Real.
El ambiente era de bar, como si hubiéramos llevado mi Casa Manolo de Valdemorillo al paddock de Mónaco. En la mesa española madridismo total, el resto eran del Liverpool, felices y ruidosos con su gol, caballeros en la derrota bufandas rojas al cuello. Y si Sainz lo vivió con locura en su hospitality rodeado de los españoles que vamos a las carreras, Fernando Alonso eligió la privacidad de un barco de uno de los dueños de McLaren junto a su núcleo más cercano. En el palacio del equipo había problemas con la señal de la tele.
El asturiano, con la misma pasión y locura madridista, camiseta con su nombre y el número 14 y el móvil preparado para recibir las felicitaciones de los amigos. En la noche de Mónaco, entre los yates y el ruido de las fiestas y las discos de la Rascasse se escuchó el ‘como no te voy a querer’ y alguien que gritó al cielo ‘Campeones’, como si le fuera la vida.
Un rato de felicidad antes de la carrera. Es lo que tiene el deporte, regala momentos únicos que quedarán para siempre en el corazón y la memoria. Incluso Simona sonreía.