Stéphane Peterhansel celebra un título en suspenso
El francés venció en coches (sexto éxito al que añade otros seis en moto), pero la clasificación queda a expensas de la apelación de Mini.
Lo de ‘Monsieur Dakar’ se le queda corto, está visto. Porque si ponemos en fila los títulos que suma Stéphane Peterhansel nos damos cuenta de que incluso ese apodo no le hace del todo justicia. El piloto de Vesoul (6-8-1965) cerró el círculo en Rosario, sincroniza todos los relojes a las doce en punto: seis veces campeón en la categoría de motos (1991, 1992, 1993, 1995, 1997 y 1998) y seis en la de coches (2004, 2005, 2007, 2012, 2013 y 2016).
Pero en el Monumento a la Bandera de Rosario no sólo había confeti para él; también caía sobre para Toby Price, campeón en motos, Gerard de Rooy (camiones) y Marcos Patronelli (quads). Y para todos los que han conseguido terminar esta edición del Dakar que nació torcida y que, pese a tener que reinventarse, ofrece un porcentaje de abandonos superior al 65%. Incluso un Dakar light es muy duro.
El propio Etienne Lavigne, director de la carrera, tuerce el gesto cuando se le habla de las quejas de los pilotos, de las críticas de aquellos que no han visto en el Dakar que hoy finaliza un verdadero Dakar. “Nuestra obsesión siempre es resguardar la seguridad de los pilotos. Es una prioridad de la organización y cuando tenemos dudas sobre la continuidad de una etapa vamos a poner siempre por delante la integridad de los pilotos. Es por eso que existen los diferentes puntos de control para poder administrar bien la competencia y tener en cuenta el nivel de riesgo, que está en nuestra mano poder limitarlo”, comenta. Se ha hecho, eso está claro, aunque el resultado final no satisfaga a todos. Pero ayer, en Rosario, sólo había que ver el Dakar en color y no en blanco y negro.
Porque lo que no admite discusión es que, más blando o más duro, el Dakar es un reto mayúsculo. El de este año alcanzaba cima con los 9.595 kilómetros que debían recorrer los coches en las catorce jornadas (un prólogo y trece etapas) de competición. Hubo que recortarlas, pero en este caso no hay que echarle la culpa al empedrao, sino al Niño. El fenómeno climático, más virulento que nunca, nos regaló una primera semana de tormentas y una segunda en la que el calor extremo hizo a los organizadores apretar el botón de alarma. Y ahí, de nuevo, entran en juego las protestas de muchos pilotos. Hay uno que lo fue y que ahora se ha estrenado como director deportivo de la carrera.
Se llama Marc Coma y cinco títulos le adornan. “Es una equivocación decir que ha sido un Dakar fácil y no ha sido así porque se puede demostrar con un 64% de pilotos capaces de terminar la carrera, mientras que en el 2013 cuando el Dakar comenzó en Lima y terminó en Santiago tuvimos un 67%”, afirma. No sé por qué Coma va a ir en contra de los pilotos si hace dos suspiros que se bajó de la moto.
Bajo el calor rosarino, recibía a los pilotos en el podio con el que se echaba el cierre a la carrera. Lo hizo con las victorias en la última etapa, entre Villa Carlos Paz y Rosario (699 kilómetros, 180 de ellos cronometrados), de Pablo Quintanilla (motos), Sébastien Loeb (coches), Hans Stacey (camiones) y Brian Baragwanath (quads). Ninguna de ellas hizo peligrar los títulos que estaban sellados ya desde la víspera.
Sólo uno de ellos pende de un hilo, precisamente el de Peterhansel, con la apelación en curso de Mini sobre un posible repostaje ilegal del francés durante la octava etapa. Monsieur Dakar subió al podio de Rosario y recogió el trofeo. Ahora sólo falta saber si ese touareg dorado es de ida y vuelta.