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Fórmula 1 | Gp de Bélgica

Fernando Alonso inicia el sueño en su circuito maldito: Spa

Regresa de vacaciones a 39 puntos de Vettel a falta de nueve carreras para el final y lo hace en un trazado en el que nunca ha ganado y donde ha abandonado varias veces.

Actualizado a
ABANDONÓ, PERO SALVÓ LA VIDA. El Lotus de Grosjean pasa por encima, literalmente, del Ferrari de Alonso en la salida del GP de Bélgica de 2012.
Getty

Caía esa lluvia fina, casi horizontal, el cielo estaba nublado y aquello parecía un velatorio. Era esa época en la que los medios de comunicación acudían en masa a la llamada de los éxitos que iban a venir. Alonso y Ferrari. Éxito seguro. Pero no, las cosas no iban como se esperaban. Y menos aún en ese momento. En el circuito de Spa, en la caseta de la escudería italiana justo antes de que el doble campeón del mundo compareciese ante la prensa de medio mundo para, previsiblemente, bajar los brazos, rendirse, decir aquello de 'el próximo año será otra cosa', debemos prepararnos mejor y tal y tal Pero no.

Era el GP de Bélgica de 2010, la F-1 volvía de vacaciones y en la salida Barrichello se llevó por delante al español, después remontó de la última a la octava plaza, pero con la lluvia cometió un error, se fue contra las protecciones y abandonó. Con la victoria de aquel día de Hamilton se quedaba en el fango de la clasificación del Mundial y a falta de seis carreras era quinto a 41 puntos del británico. Por delante también, con diez de ventaja, estaba el que sería su nuevo enemigo íntimo, un tal Vettel. Turno de preguntas. ¿Aún puede ganar el Mundial? "Sí".
Sí. Esa fue la respuesta. No dijo más. Con eso había bastante. En las siguientes cinco carreras, Alonso ganaría tres y lograría dos podios, triunfos en Italia, Singapur y Corea, terceros en Japón y Brasil. Hasta llegar a la última carrera con ocho puntos de ventaja sobre Webber y 15 con respecto a Vettel. Sí, la respuesta fue sí. Y era verdad. Era posible el milagro, la utopía. Después llegó la última carrera, Abu Dhabi y todo aquello. Lágrimas, en fin. Pero esa es otra historia.

Este año, en el horizonte aparece otro imposible. Vettel es ahora el mago, son 39 los puntos que hay que recortar, justo por delante también se sitúa Raikkonen, invitado estelar a la fiesta. ¿Imposible? Quizá no... Porque son tres más que entonces, nueve carreras, y dos puntos menos, 41 por 39, cierto que Vettel no es Hamilton, sobre todo por regularidad. Pero la clave no está en las carreras que quedan, ni en el rival, ni siguiera en el tiempo, el secreto de un posible éxito es un color: el rojo.

Sólo una mejora en el Ferrari podría ofrecer a Alonso garantías de remontada. El coche evoluciona aquí, pero no tanto como en Monza y Singapur. En Maranello después del descanso veraniego trabajan estrujando mentes, alguna nueva como la de James Allison para encontrar algo que les ofrezca esas décimas que se necesitan. La intención de Ferrari es no rendirse, seguir evolucionando y remontar como se espera de una leyenda hasta aparecer en la última carrera batallando por el título. Como en 2010, como en 2012. Quedan nueve grandes premios. 

Pero el ahora es Spa. Y allí, donde nunca ha ganado Alonso en F-1, el circuito en el que deslumbró en F3000, pero donde después con el coche grande no ha sido capaz de casi nada para lo que acostumbra este héroe de nuestro tiempo, es allí donde debe iniciar la remontada. Y es que Spa es su infierno particular en las carreras, en nueve participaciones sólo ha logrado dos podios. Y cinco abandonos. Por ejemplo en 2012. Grosjean le pasó por encima literalmente y salió ileso. Ese es su último recuerdo belga. Quizá fue suerte. Es momento de soñar...