Fórmula 1 | La intrahistoria

Atascos entre pinos, Fangio, boxes de otro siglo y Von Trips

Casco en la mano, pelo hacia atrás, mirada altiva y una flecha de plata a su lado, como un perro fiel que le acompañó hacia la gloria. En Nurburgring, en el mundo, en la historia...

Dos horas después de escuchar, por primera vez en el día, el río que discurre junto al hotel Dorint de Bad Neuehar aparece la estatua de bronce fundido pintada de gris de Juan Manuel Fangio, ganador en 1954 con su Mercedes W196, como un presagio de que entras en otro universo, en un ambiente de carreras único. La F-1 trata de expandirse, pero la F-1 es Europa, sobre todo y ante todo. Mónaco, Silverstone... Nurburgring.

La autopista desde Frankfurt termina con las velocidades más allá del límite aconsejable y la carretera que lleva a Nurburg recibe con un atasco interminable. Lleno en el GP de Alemania. Son 25 km de coches y más coches a trompicones, igual un Maserati que un Mercedes preparado por AMG o una especie de Volvo ranchera lleno de noruegos con cervezas y cigarros en las ventanillas. A los lados los pinos llenan el paisaje y la Policía se empeña en intentar una solución para lo inevitable, la carretera se abre a dos carriles, pero el atasco sigue, una hora y media para 25 kilómetros...

Llegando a la pista surge a la derecha el circuito antiguo con sus pintadas y árboles como muros de Canadá, y campings con banderas alemanas y de Ferrari, recuerdo de otra época, casi naranjas por el paso del tiempo. El azul Red Bull se impone, poco a poco, son muchos los que aún se resisten a cambiar a Vettel por Schumacher.

Ya en el circuito surgen como un regalo los boxes antiguos, construidos en 1927 y que, desde este año, llevan el nombre de un piloto de leyenda. Son como pequeñas cuadras de caballos, en madera, pequeños como un escondite, con enseñas nacionales y placa en recuerdo del piloto homenajeado. Se respiran carreras. Más arriba, un túnel con el perfil del circuito y construido con los nombres de los ganadores, de coches y motos, ahí en lo alto a la izquierda aparece un tal Fernando Alonso. Y otro genio, Ángel Nieto. Y Antonio Albacete. Y Schumacher, en grande. Siempre el Kaiser, como Von Trips, que pudo ser el primer alemán campeón en los años del inicio de todo, pero Monza 61 abrió su leyenda y se dejó la vida para ceder su puesto al hijo del hombre al que vendió su kárting en Kerpen, Rolf Schumacher. Nurburgring, museo de carreras, atascos necesarios, Fangio de bienvenida, boxes para la imaginación y Von Trips, como recuerdo de que los momentos no vuelven.

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