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Automovilismo | Hershel McGriff

La Panamericana fue clave

Tras ganar pruebas regionales, se lanzó al reto de disputar en México una carrera de 3.293 kilómetros con un coche comprado por su vecino. La ganó y Bill France, creador de la Nascar, se fijó y le invitó a correr. Ahí comenzó todo.

<b>RECUERDOS EN BLANCO Y NEGRO</b> Los grandes éxitos al volante de McGriff fueron en las décadas de los cuarenta y los cincuenta. Ha pasado medio siglo y el norteamericano sigue subiéndose a un coche con el dorsal cuatro.

Corría el verano de 1950 cuando la vida de Hershel McGriff cambió para siempre. Fue tras ganar la primera edición de la Carrera Panamericana, superando a los mejores pilotos de la Nascar. Lo hizo con un Oldsmobile Rocket 88 adquirido por 1.900 dólares (1.320 euros). Tardó 27 horas y 34 minutos. "Mi vecino compró ese coche con transmisión estándar para que lo condujera en las pistas cortas del Noroeste. Leí en una revista lo de la prueba en México y quedamos en ir si encontraba patrocinador que pagara la inscripción, 500 dólares. Un amigo de un taller de reparaciones me los dio. El automóvil estaba como vino de fábrica. Todo lo que hicimos fue sacar el asiento trasero, colocar un segundo tanque de combustible en el maletero y cuatro neumáticos de repuesto", relata el propio McGriff.

La prueba recorría la recién inaugurada carretera Panamericana, con más de tres mil kilómetros (exactamente 3.293), que atravesaba México, desde la frontera con EE UU, hasta Guatemala (de Ciudad Juárez a Tuxtla Gutiérrez Chiapas). En los cinco años que se disputó participaron nombres como Fangio o Ascari y entre las marcas Ferrari, Lancia, Mercedes o Porsche. Sólo podían circular los participantes con coches originales, que estaba prohibido modificar o arreglar. Tras cada jornada iban a un parque cerrado donde eran custodiados por el ejército mexicano.

La hazaña de McGriff, por la que percibió 12.000 euros, fue impresionante y a ello ayudó su escaso uso de los frenos. Entre los más emocionados con la gesta estaba Bill France, precursor de las carreras en EE UU. "Encajé bien con él, hablamos bastante y me invitó a correr a Darlington", cuenta McGriff. Y ahí empieza una historia propia de una genial idea de un guionista de Hollywood. Un muchacho de 22 años disputa una carrera internacional y vence a las estrellas con un coche recién salido de la cadena de montaje. Allí conoce al fundador de Nascar y es invitado a debutar en esa competición.

Pero no queda ahí la cosa. El joven salió de Oregón al volante del Oldsmobile, condujo 3.000 millas (casi cinco mil kilómetros) hasta Darlington, calificó 44 en una parrilla de 75 coches, terminó noveno la carrera y volvió a Portland conduciendo. McGriff disfruta relatando cómo fueron los días previos a su debut: "Teníamos que llegar una semana antes para la clasificación y recuerdo que dormía en el césped del jardín de un edificio del centro y el único sitio para comer estaba a 16 kilómetros, en Florence".

Y ríe mientras concluye: "Armé un equipo con cosas de aquí y allá, muchachos de una estación de servicio. Todo lo que teníamos era un aparato para quitar los neumáticos y un gato. Lo hicimos bien, pero sin duda la clave fue cruzar la meta de una pieza ya que el Olds era la única forma de volver a casa. En esos días, cuando conducías en las carreras, debías cuidar los faros para poder volver a casa. Había que tener luces para regresar".