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automovilismo | nascar

El 'joven' Martin, a sus 50 años, logra el tercer triunfo del año

Al volante del Chevrolet 5, Mark se impuso en Michigan gracias a la paciencia y su infinita confianza en su equipo.

Con 50 años y 156 días, la mayoría de la gente tiene el deporte como algo complementario para mantenerse en forma. El más osado se sigue machacando entre pesas en un gimnasio y la mayoría apura sus fuerzas retando a amigos a jugar al golf o al tenis. Pero también hay excepciones. Y una muy sonada es la de Mark Martin, que se sigue levantando a las 5:30 para seguir preparándose a tope y competir al máximo nivel en la Copa Sprint, la máxima división de la Nascar. Este año ha rejuvenecido y ayer en Michigan logró su tercera victoria del año. Y no fue una victoria cualquiera.

Fue el triunfo de la experiencia, del piloto experto y, sobre todo, de la absoluta complicidad entre un piloto y su equipo. Y es que la compenetración que existe entre Martin y su jefe de estrategia, Alan Gustafson, es infinita. "Alan es el mejor. Pude haber sido su héroe de la niñez, pero ahora que vivo una segunda juventud, él es mi héroe", dijo el piloto de Arkansas hace un mes tras ganar en Darlington. Ayer en Michigan, Martin no tenía el coche más rápido ni mucho menos, pero lo exprimió hasta el límite. Eso sí, siguiendo los estrictos consejos desde el box para ahorrar gasolina. Fue ganando posiciones, poco a poco, como si todo fuera un guión bien estudiado. A falta de dos vueltas, menos de un minuto y medio de tiempo era tercero, lejos del líder Jimmie Johnson y del segundo Greg Biffle. Nadie hubiera apostado en ese momento un sólo dólar y si alguien lo hizo, ahora estará celebrándolo por todo lo alto. Por radio, Gustafson le dijo: "Aprieta que ganamos". Mark no entendió bien la orden, pero no preguntó. Sólo cumplió órdenes. En ese momento, vio el coche del tricampeón Johnson parado. Se había quedado sin combustible, pero aún tenía por delante a Biffle y quedaban menos de tres kilómetros. Apretó a tope porque como él mismo reconoció que pensó: "Me han dicho que apriete, qué puede pasar". Y pasó. Biffle corrió la misma suerte que Johnson y Martin cruzó primero la línea de meta. Con el tanque completamente vacío, pero al otro lado de la bandera a cuadros.

Martin dice que sólo sigue el dictamen de dos personas sin más preguntas. Uno es Gustafson el otro era su padre, fallecido en accidente de avioneta en 1998, el mismo jet que Mark arregló y sigue pilotando para homenajearle. Su progenitor fue el que le metió el gusanillo de los coches desde muy pequeño, apenas sin saber andar. Le sentaba en su regazo y le dejaba al volante. Iba aumentando la velocidad y le decía: "Mantenlo en la carretera". Nunca se salió. Ayer, su espíritu se entrelazó con el de Gustafson. Martin cumplió órdenes y mantuvo el coche en el asfalto con la velocidad escrupulosamente calculada por su jefe de estrategia. Y ganó, por tercera vez este año. El para muchos mejor piloto de la historia sin título en la Nascar, quizá rompa esquemas y transforme sus cuatro subcampeonatos en el primer título. Y con cincuenta años bien cumplidos.