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Fórmula 1 | GP de Mónaco

Alonso terminó el día de descanso con una timba

El asturiano, que se reunió con los ingenieros a las diez y media de la mañana, visitó a sus amigos de otras escuderías y después se fue al hotel en lancha a jugar al póker con Robert Kubica y Flavio Briatore

Carlos Miquel
<b>TRAS LA VERJA. </b>Alonso firmó autógrafos a los aficionados que se acercaron al área de pilotos del GP de Mónaco en el único viernes sin entrenamientos de la temporada.
Mazzi

De verdad, mejor que no llueva, este circuito no drena bien y se hacen unos charcos tremendos. Con control de tracción el año pasado no podíamos pasar de cuarta velocidad en la recta. Nuestras previsiones dan seco para el domingo". Son palabras de un relajado Fernando Alonso sobre la posibilidad de disputar una carrera de agua en Mónaco. No se hablaba de otra cosa en la jornada de descanso. La mayoría de previsiones hablan de un riesgo del 60% para la calificación de hoy y el gran premio de mañana. Algunas incluso hablan de fuertes tormentas al estilo de lo que pasó en 1984.

Sin embargo, el meteorólogo de Renault da unas mínimas posibilidades del tres por ciento para la calificación y sólo el veinte para el domingo. Es el equipo de casa, trabaja con MeteoFrance, y, de momento, están acertando. Jueves y viernes tendrían que haber sido sendas jornadas de chubascos ocasionales, y no ha caído ni una gota. El asturiano es de los mejores en mojado y podría venirle bien el caos, pero sabe que la lotería del agua también podría salirle cara.

Ayer tuvo una jornada de descanso sin la tensión que ya empezaba a destilar el año pasado en McLaren. Hace doce meses Hamilton se quejó de que él quería llevar menos gasolina que Fernando en la calificación. Al no hacerle caso, y darle la mejor estrategia de parar cinco vueltas más tarde, pero que le frenaba en calificación, fue a quejarse a Ron Dennis en un teóricamente apacible viernes. Tras la carrera lloraría sus penas ante la prensa y provocaría el primer seísmo entre su jefe y el asturiano.

El bicampeón apareció en el circuito a las diez y media de la mañana. Camiseta rosa, pantalón vaquero y gafas con estilo de aviador. Nada más llegar al puerto se reunió con los ingenieros para valorar las posibles tácticas para la calificación y ver los puntos fuertes y débiles del coche. A continuación, firmó autógrafos a los fans que permanentemente hacen guardia detrás de la valla que hay enfrente de su motorhome y comenzó a saludar y conversar con viejos amigos. Primero a Fisichella, que estrenaba mono y realizó un acto publicitario para Kingfisher. Después de comer se fue al motorhome de Red Bull, donde tomó un café con el ingeniero Paul Monaghan, con el que tiene una gran amistad desde que coincidieran en Renault en 2004. A la conversación se unió el mago del diseño Adrian Newey, un admirador de Alonso, y que casi termina por decantar la balanza el pasado invierno hacia ese equipo.

Por último, al filo de las tres y media de la tarde se marchó al hotel de la manera más práctica, en una lancha junto a su mánager, el fisio Fabrizio Borra y su inseparable Kubica. Esperaba una timba de póker con Briatore en el hotel para relajar el espíritu antes de que hoy comience la gran batalla.