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Yo digo David Alonso

Montmeló, la derrota más dulce

David Alonso

Resulta paradójico que, en su primer abandono del año, ante su gente, Fernando Alonso saliera del circuito especialmente ilusionado. Superada la rabia por el maldito motor, el análisis frío deja como conclusión evidente la anhelada evolución del R28. Los indicios sugieren que en la fábrica de Enstone han descubierto la tecla que enciende la luz, calma la ansiedad y les permite salir de la penumbra para colocarse a rebufo de los tres poderosos. Algo ha cambiado. El enfermo ha recibido el alta pero aún queda mucha montaña por escalar hasta regresar a la cima de la que Renault se despeñó con estrépito hace más de un año. Fernando no ganará esta guerra pero empieza a tener armas para luchar con opciones en alguna batalla.

Fue una noria de contrastes que nos movió entre las dudas del viernes, la euforia del sábado y la puñalada moral del domingo, pero la frustración desembocó en un momento conmovedor. Cuando el asturiano, abatido, salió del coche miles de aficionados llegados de todo el país se pusieron de pie para animarle mientras él se acercaba a la grada a dar las gracias. Familias enteras y grupos de amigos ovacionaban a su ídolo mientras algunos se secaban lágrimas que mezclaban amargura y devoción. No hubo ni un reproche por su discutible elección de equipo. Esa férrea comunión vale más que un triunfo. Fue una generosa muestra de cariño y lealtad, y así lo sintió él. A partir de ahora será diferente. O eso esperamos. No ha vuelto Alonso, lo ha hecho Renault; el campeón nunca se fue.