Yo digo | David Alonso
Darwin y el botón nuclear
Ser un gran piloto no consiste sólo en conducir rápido. Es imprescindible ser inteligente para leer la carrera, frío para contener las acometidas de los rivales, astuto para saber cuándo atacar y tener dotes de ingeniero para gestionar las prestaciones del coche. Todo eso lo hizo Alonso en Melbourne. Buscaba esperanzas y encontró petróleo. Mientras Hamilton cabalgaba en solitario, Fernando cruzó la frontera de lo previsible. Encontró un salvavidas en pleno naufragio. Sin embargo, el éxito no debe ocultar la evidencia. La Virgen no se va a aparecer todos los días despejando el camino con quince abandonos y el R28 no está para grandes hazañas. Si no progresa mucho y rápido, Alonso tiene menos futuro en el Mundial que Schuster en el 'Club de la Comedia'.
El bicampeón exprimió su talento (el adelantamiento al dúo de finlandeses fue antológico) y aprovechó los errores de los demás para salvar a Renault del desastre pero, guiándonos por la teoría de evolución de Darwin, si el coche no mejora es carne de cañón. A su favor juega que las nuevas normas castigan los deslices y ensalzan el espectáculo. Las buenas manos cotizan al alza. Hasta el genial Raikkonen se despeñó por el barranco de Albert Park. De Massa el mejor elogio es no decir nada. Tal vez suene ventajista pero, ¿qué habría hecho Alonso con un Ferrari el domingo? Sepang es la nueva reválida para todos. Por cierto ¿alguien se atrevería a dejar solos a Hamilton o Kovalainen cerca del botón nuclear? Con el peligro que tienen esos dedos, ni locos...