Yo digo | David Alonso
Alonso es el Harry Potter de la F-1
Se puede ser optimista. Sabemos con qué arma va a salir Alonso al campo de batalla ("es una locura pensar ahora en el título" reconoció él mismo) y la desventaja del R28 respecto a los favoritos ("si al principio perdemos seis décimas por vuelta con los Ferrari o los McLaren, ya sería un éxito", dice el ingeniero de Renault, Iñaki Rueda) pero cualquiera que haya visto al piloto asturiano desatado en una pista de carreras sabe que no hay proeza imposible. Si a ese don se añade su inigualable tacto para evolucionar el monoplaza, su pasión por los retos difíciles y que sin control de tracción se premiará más el talento, quizá no sea tan utópico ambicionar cotas más altas de las inicialmente previstas. Es cuestión de fe. Fernando es mucho más que un piloto excepcional.
Es un genio del volante y como tal suele hacer genialidades: su grandiosa salida en Indianápolis 2004 pasando del octavo al tercer puesto; el memorable adelantamiento a Schumacher en la curva 130R de Suzuka en 2005; su lección de pilotaje, con el motor de su Renault castigado, aguantando diez vueltas las furiosas embestidas de Michael en Ímola 2005, su apoteósica remontada en Hungría 2006 desde la decimoquinta hasta la primera plaza antes de abandonar por la maldita tuerca o su antológica exhibición bajo la lluvia el año pasado en Nurburgring, con humillante pasada a Massa incluida. Sin él, Renault no habría sido campeón ni McLaren habría ganado ocho carreras tras un 2006 vacío de triunfos. Con él todo es posible pero esta vez deberá trasladar al circuito sus trucos de magia.