Herrero ya tiene su sucesor

No vi correr, por una cuestión de edad, a Santi Herrero. Pero por lo que me han contado de él Ángel Nieto y Tomás Díaz-Valdés (mi maestro en esto del periodismo), que le conocieron bien, siento una especial admiración por quien debió ser el primer campeón español de 250cc. Me parece que era un tipo muy especial, de esos que hacen del talento su mejor virtud y del valor su bandera. Sí que viví, en cambio, los dos títulos de Sito Pons y ahora, con la impunidad que concede el paso de tanto tiempo, puedo confesar que aquellas coronas me dejaron un tanto frío. Fueron tan valiosas como respetables, desde luego, pero para mí poco emotivas y gratificantes. Quizá porque siempre me sentí más identificado con la cruzada del peleón Garriga, quizá porque Pons tuvo rivales que no estaban en su mejor momento: Cornú, Sarrón, Roth, Bradl, Mang...

Ahora, con Dani, la cosa es bien distinta. Lo que ha hecho este chaval entra sin discusión en los anales del Campeonato del Mundo. Nadie, quizá ni siquiera él, esperaba una heroicidad como la que ha protagonizado. Aquello de llegar, ver y vencer parece creado para este chico tranquilo y callado, con pinta de no haber roto nunca un plato (ni siquiera la taza de Cola Cao), pero que se transforma cuando cierra la visera de su casco. Creo que ahora Santi Herrero sí tiene un sucesor que reproduce casi como un clon esas cualidades que le hicieron grande, que le convirtieron en un mito que no creció más porque la parca se cruzó en su camino. Muchos lo intentaron pero sólo él lo ha conseguido. Por algo será. Nos ha regalado un título que se antoja como un capítulo intermedio de una historia cuyo glorioso desenlace puede ser atrevido querer desvelar. Tiempo al tiempo.

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