Burns maniata a Woodley para 'quedarse con las llaves de casa'
Gilbert Burns derrotó por decisión unánime a Tyron Woodley en el combate estelar del UFC Las Vegas. "He ganado al número uno, soy el número uno", apuntó.
La UFC ya está en casa. Este sábado regresó por primera vez a Las Vegas tras la pandemia de coronavirus. Era el cuarto show de la compañía tras el parón obligado (los otros fueron en Florida) y hubo algún cambio de protocolo (el más destacado fue que la entrevista tras el combate fue a distancia, eliminando así uno de los puntos más polémicos), pero la esencia fue la misma. Poco a poco uno se acostumbra al silencia, pero en duelos como el estelar se echa en falta el apoyo de los fans para espolear a los luchadores. Pese a ello, no hay nada que achacar a Gilbert Burns. Maniató de principio a fin a Tyron Woodley. Le ganó por decisión unánime (50-45, 50-44 y 50-44) y holgada para 'hacerse con las llaves de la casa' y retar al campeón.
"He ganado al número uno, soy el número uno. Kamaru (Usman), te quiero, pero creo que tengo que ser el siguiente", apuntó el brasileño tras su victoria. Ambos comparten equipo, pero tras exhibirse en Las Vegas esa pelea debe de hacerse. Woodley, por su parte, había dicho que ante Usman (en marzo de 2019) su cuerpo había estado en el combate, pero su mente no. Se fue a Tailandia a perfeccionar el muay thai y busco una victoria balsámica... pero ante Burns demostró lo mismo que frente a Usman. Le pasaron por encima y no pudo hacer nada ante semejante baño. Debe replantearse muchas cosas. La primera es valorar su estado mental, ya que tras el primer envite de su oponente parece que se vio coartado.
Burns salió decidido. Sacó muchos golpes y tras una larga combinación al pecho envió al excampeón al suelo. Allí le dominó, sin llegar en ningún momento a rozar de manera clara la sumisión, pero puso la pelea de su lado y decantó la balanza de manera definitiva. En la esquina pidieron a Woodley más ritmo, pero se dedicó a sacar bombazos. Le faltó continuidad y eso hizo que Burns sacase la calculadora. Llegaba con manos buenas (en el primer asalto cortó a Woodley de manera fea, aunque no fue a más) y cuando quería dormía el combate contra la jaula. Controlaba los tempos y a su rival. El brasileño estaba cómodo. En los dos últimos rounds, pareció por momentos que la única ambición del estadounidense era no recibir castigo y cumplir con los 25 minutos. Las sensaciones dejaron clara la victoria, pero los datos son irrefutables: 76 golpes de poder para Burns por 26 para Woodley. Le barrió. El brasileño mira alto, muy alto, y el excampeón debe rehacer el camino con 38 años. En sus dos últimas peleas tropezó en la misma piedra. Le arrollaron y no supo frenarlo.