Carolina Marín: "El CAR se debió cerrar con todos dentro"
La campeona olímpica hace pesas con garrafas en Huelva mientras piensa ya "aliviada" en un 2021 "muy duro y muy bonito" con Juegos y Mundial en su ciudad.
Carolina Marín salió el miércoles al súper. A comprar agua, aunque en su Huelva, donde vive el confinamiento en casa de su madre, “es buenísima y se puede beber del grifo”, cuenta con gracia en un encuentro por Skype promovido por 123aCorrer del Santander, uno de sus patrocinadores. Las dos garrafas de cinco litros son sus pesas. Las mismas que utilizan ahora buena parte de los deportistas, confinados en sus casas por el coronavirus, para mantenerse en forma. “Como los briks de leche o los saquitos de garbanzos”, añade jocosa a la vez que suelta un lamento hacia los dirigentes deportivos, que por la urgencia o por falta de previsión no se adelantaron a lo que venía: “Quizá nos podían haber ayudado un poquito más”.
La triple campeona del mundo y vigente oro olímpico dispone en Huelva de un par de máquinas de entrenamiento que su técnico, Fernando Rivas, guardaba en su casa y le hizo llegar rápido con un transportista. Y de una bici estática. Y unas gomas. “Pero llevo tres semanas sin coger una raqueta ni un volante y eso va a requerir de un tiempo de reconexión. Ya le he dicho a Fernando: ¡Cuando volvamos va a ser como el día que empecé con el bádminton!”, salta.
El caso es que ya no hace falta correr mucho. Las prisas por entrenar venían por los Juegos, en julio. Pero una vez aplazados al verano de 2021, toca descansar un poco. Tampoco hay un horizonte de competiciones. De las siete u ocho horas de entrenamientos en el CAR de Madrid, a un par o tres de físico más relajado. Y el resto, lectura, series, bricolaje y cocina. “He visto la última temporada de Vikingos, estoy esperando la segunda de la Casa de Papel, he ayudado a mi madre a pintar las sillas del patio y a cocinar, que me encanta. Pero como quemo menos, las recetas de dulces son sin azúcar, con miel natural y harina de avena”, detalla la andaluza.
Carolina fue de las últimas deportistas en competir. Mientras España se preparaba para el cierre, ella vivió una situación muy diferente en Birmingham, donde llegó a semifinales en el All England. En Inglaterra no se tomaban ni precauciones. Voló el domingo 15 de marzo a Sevilla, y allí le esperaba su madre con el coche. “Me impresionó la soledad en la autopista”, relata. “Es que todo es surrealista, como una película”, repite cuatro o cinco veces. Se fue a Huelva porque no tenía otra opción. “El primer error fue cerrar la Blume, una locura. El CAR se debía haber cerrado con los deportistas dentro”, vuelve a quejarse.
De repente, lleva tres semanas con su madre. “¡Desde que me fui a Madrid con 14 años (tiene 26) no había pasado tanto tiempo seguido!”. Pero no se ha atrevido a darle ni un beso. Y le duele. Pero para mitigar la pena mira hacia adelante. En 2021 tendrá Juegos y un mes después, en septiembre, el Mundial en Huelva. En un pabellón que lleva su nombre. “Va a ser un año muy duro y bonito. En 2020 venía de una lesión, sufrí un virus, un problema personal (la hospitalización de su padre)… Muchas piedrecitas en el camino que ahora puedo remover. Me siento aliviada con el aplazamiento y podré reciclar cosas. ¡Seguro que saldrá otra nueva Carolina!”, predice. De momento, piensa en lo primero que hará cuando acabe el confinamiento (“dar una vuelta por la playa de Huelva”). Después llegarán Tokio y su Mundial en 2021. Nuevos retos. Otra Carolina.