Damian De Allende, sangre española en los Springboks
El centro es nieto de exiliados en la posguerra y sus raíces fueron objeto de controversia en 2015, cuando se consideró que formaba parte de las cuotas raciales.
En la Sudáfrica más diversa de la historia, con once jugadores negros entre los 31 que han acudido a Japón, también hay sangre española. La pone Damian De Allende, un portento de 1,89 y 101 kilos con raíces en la península que se ha revelado clave durante este Mundial en el esquema de Rassie Erasmus.
Radica la importancia del primer centro, nacido en Ciudad del Cabo hace 27 años, en su condición de todoterreno. Preciso en el juego de patada y de manos, en la trituradora sudafricana aparta esas virtudes y asume un rol distinto a la idiosincrasia de su posición. Donde debería haber un violinista, hay un buldócer, más importante en la destrucción, ya sea de las líneas ofensivas o defensivas rivales, que en la construcción del juego. Y cumple con nota en esa misión, sirvan como justificante los 17 placajes que facturó ante Japón en cuartos de final (con 43 en total es el cuarto mejor sudafricano en esa faceta tras dos terceras como Du Toit y Kolisi y un segunda como De Jager) y las 53 carreras con balón que lleva en el torneo, más que ningún otro Bok.
De tez y cabello moreno, ojos claros, su físico ha atraído a revistas como Men’s Health, GQ y L’Uomo Vogue, cuyas portadas ha ocupado, y fue objeto de controversia en 2015. En plena polémica por las cuotas raciales que el gobierno sudafricano impone a varias de sus federaciones, entre ellas la de rugby, a De Allende se le llegó a computar como uno de los nueve jugadores de color que acudieron al Mundial de 2015. Tuvo que salir su padre, Tony, a explicar que sus raíces se encontraban en España. En concreto, es nieto de exiliados de la posguerra. Un vínculo que le convertiría en seleccionable por el XV del León.
Pase lo que pase hoy, su aventura en Japón continuará más alla de la final, pues la próxima temporada jugará en los Panasonic Wild Knights.