Por más primaveras con Rafa
Quince participaciones. Once títulos. Ochenta y siete victorias y sólo dos derrotas. Toda una vida. Nadal cumple años cada 3 de junio en Roland Garros, a donde llegó con sólo 18 para alzar ya la Copa de los Mosqueteros en su debut. El lunes soplará 33 velas… y no nos imaginamos una primavera sin él. Y es que nadie como Rafa nos ha puesto tan nerviosos delante de la tele. Hemos disfrutado del éxtasis de verle ganar cuatro finales a Federer y dos a Djokovic. Hemos sufrido cuando el malvado sueco Soderling le echó en 2009 y nos descubrió que el héroe tenía las rodillas destrozadas, de cristal. Nos hemos emocionado cuando cayó en 2015 en cuartos frente al serbio y tuvo después la valentía de reconocer que sufría ansiedad: “No me dejaba jugar”. Nos hizo felices cuando París, a veces huraño como cuando el tirano era Indurain, se entregó y le otorgó el trofeo en propiedad por su décima vitoria. Hemos hablado de él en comuniones, en la sobremesa con los amigos, en bodas, le hemos puesto de ejemplo a los niños... “¿A qué hora juega Rafa?” “¿Cómo está?” Nos hemos metido en su piel y el extraterrestre se ha convertido en uno más de la familia.
Por eso hay que sentarse y disfrutar de estas primaveras que nos regala. Porque no va a ser eterno. Está Djokovic, que tiene un año menos pero menos muescas en su cuerpo, y vienen hambrientos Thiem, Tsitsipas o Zverev. Y a Federer le gustaría todavía marcarse un último baile en París, la ciudad con más clase, en la que el gentleman sólo ha tocado el cielo una vez... No nos hacemos a la idea del Grand Slam sin Nadal. Zombis con las manos en los bolsillos en las tardes de mayo y junio, sin la cita con la adrenalina del guerrero en la tierra. Por eso, hay que saborear cada gota del vaso como si fuera la última, apurar los tragos, brindar por su salud. Pongamos una vela y crucemos los dedos para que Rafa, uno de los nuestros, dure.