Héctor Cabrera denuncia la discriminación de las marcas entre Olímpicos y Paralímpicos
El atleta valenciano puso un tuit que daba la voz de alarma, él mismo se debe costear el material con el que compite. "Aquí en España aún se nos infravalora y eso debe cambiar", lamentó en As, donde dejó claro: "No es un hecho aislado, sino el caso de muchos. No queremos unas zapatillas sino que haya igualdad y apuesten por nosotros".


Un tuit daba la voz de alarma. El lanzador de jabalina Héctor Cabrera (Oliva, Valencia, 09-03-1994) escribía: "Soy subcampeón de Europa y tercero del Mundo. He competido en unos Juegos Paralímpicos. Y, sin embargo, sigo teniendo que comprar con mi dinero zapatillas para uso profesional. ¿Para cuándo las marcas publiciten lo contrario?". Un tuit para denunciar la discriminación de las marcas deportivas entre los Olímpicos y los Paralímpicos. Una realidad colectiva y una situación que "más que indignación", despierta en el valenciano "un sentimiento de frustración".
"Me da la sensación de que los Paralímpicos somos como un producto que nadie quiere y eso es una equivocación. El deporte paralímpico es parte del futuro y es una lástima que las grandes marcas deportivas no quieran apostar por nosotros. Un Olímpico queda entre los ocho primeros y recibe la llamada de las marcas, pero en los Paralímpicos quedas tercero del mundo y no apuestan por ti. No sé si no nos consideran un buen producto, algo que no vende, pese a dedicarle las mismas horas de preparación e incluso más. Tenemos el mismo derecho", confesó en una conversación con As.

Héctor Cabrera se colgó un bronce en el último Mundial de atletismo paralímpico disputado en Londres en 2017 y es una de las grandes bazas españolas para los próximos Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. A pesar de todos esos supuestos, el atleta se tiene que costear su propio material de ropa y calzado con el que compite. "La solución es sencilla, que las marcas tengan visión futura. Esto es un deporte profesional. En los últimos Juegos de Río, en la prueba de 1.500, los Paralímpicos corrieron más rápido que los Olímpicos. Deben ver las similitudes, aunque eso es cuestión de empatía. Aquí en España aún se nos infravalora y eso es lo que debe cambiar. Pasamos muchas horas entrenando y tenemos los mismos valores que los Olímpicos y podemos vender igual", argumenta, minutos después de su arduo entrenamiento.
Ese tuit busca una reflexión, un avance, sacudir conciencias y describir una realidad, por desgracia, bastante habitual. "No es un caso aislado, no es mi caso, sino el de muchos. Cuando apareces en un medio de comunicación las marcas te dan unas zapatillas, pero no buscamos eso. No queremos unas zapatillas sino que haya igualdad y que apuesten realmente por ti. Queremos que nos consideren buenos productos y eso también lo lograrían si las grandes marcas apostasen por nosotros", explica cargado de argumentos y siempre con una sonrisa. La misma con la que ya mira a su próximo reto: coronarse campeón de Europa de lanzamiento de jabalina en Berlín este mismo año.

Su historia
Héctor Cabrera sufre el Síndrome de Stargardt, una enfermedad visual degenerativa, que le fue diagnosticado con apenas nueve años y por el que sólo posee un 5% de visión. Algo que él siempre compara con mirar a través del cristal de una botella de Coca-Cola. Siendo niño veía la televisión desde muy cerca y eso ya levantó las sospechas de su madre. Dos años de médicos, de preguntas... hasta que llegó el día en que el futuro y el qué pasará dejó de ser tan importante como el presente y lo que está pasando. Su blog lo describe a la perfección y emociona. "He creado un vínculo con mi discapacidad hasta el punto de considerarla un hermano. Me ha hecho más bien que mal y le agradezco lo que me ha dado, más que recriminarle lo que me ha quitado". A nosotros nos ha dado uno de los atletas paralímpicos con mayor proyección, cuya voz también ha llegado a los colegios gracias al proyecto 'FER Play'. Y a su labor de deportista y conferenciante hay que añadir sus estudios de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Un claro ejemplo de que la única barrera insalvable es no intentarlo.