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SOLIDARIDAD Y OLIMPISMO

“Somos la esperanza para 65 millones de refugiados”

La delegación olímpica de desplazados, Premio Derechos Humanos. Ibrahim al Hussein, sirio, y Yonas Kinde, etíope, hablaron con AS en Madrid.

Yonas Kinde e Ibrahim al Hussein.
Emilio Cobos

Ibrahim al Hussein y Yonas Kinde compitieron en los Juegos de Río. Ibrahim, sirio, en los 50 y 100 libre de la categoría S9 paralímpica. Yonas, etíope, en la maratón olímpica. Los dos, bajo bandera independiente de los refugiados: “Volvimos a sentirnos seres humanos. Nadie desea convertirse en un paria, alejado de su país y de su familia, ni vivir de manera temporal en un campo, con lo mínimo, desarraigado. Pero así fue nuestra realidad, y así es la de millones de personas que han escapado de distintos horrores”. El Consejo General de la Abogacía Española les otorgó el Premio Derechos Humanos en representación de la delegación de los refugiados en Río 2016.

Al Hussein, de 28 años, huyó de la guerra civil de Siria a los 23. Una bomba en la ciudad de Deir El Zour le cercenó parte de la pierna derecha. No le gusta recordarlo: “Cuatro amigos tratamos de ayudar a otro, herido. Recibió una bala en el pecho. No sobrevivió. A cada uno de nosotros la explosión nos amputó una parte del cuerpo. No tocamos el asunto, queremos avanzar”. Su mirada, sincera, se endurece al hablar sobre el conflicto: “Me duele por lo que nos ocurrió, y más todavía por lo que sufren miles de niños inocentes, sin recursos ni educación. Resultará casi imposible reconstruir mi nación, aunque no pierdo la fe”.

Él llegó a Grecia en 2012 y se estableció en Atenas. Ahora, maneja el idioma griego con fluidez y trabaja de camarero por las tardes. Por las mañanas se entrena: “Juego a baloncesto en silla de ruedas como calentamiento para la natación. Dejé de prepararme por la guerra y lo he retomado con ganas. Ya no practico judo por mis heridas, antes lo hacía bien”. ¿Sus objetivos de futuro? “Los Mundiales Paralímpicos, en 2017, y los Juegos de Tokio. A nivel personal, asentarme con mi familia en Grecia”. Portador de la llama y abanderado en la ceremonia de inauguración de Río, reside en un apartamento y sigue al Barcelona: “Me gusta el fútbol”. Y se ríe y bromea sobre el Madrid, el máximo rival: “No parece mal equipo”.

Yonas Kinde, de 36 años, se marchó de Etiopía en 2012 “por la grave amenaza política y social de un país fracturado”. “No podía trabajar ni dedicarme al atletismo profesional de forma segura”. Cuando aterrizó en Luxemburgo, pensó que se encontraba en Alemania: “Me acuerdo de que pasé muchísimo frío y, transcurrida una semana, supe que no me hallaba en Alemania, sino en Luxemburgo. La desesperación te conduce a no fijarte bien en las cosas en los peores momentos”. Kinde, afable y correctísimo, explica con aplomo su “angustia”: “No llevo muy buena vida. Me veo solo, me falta mi familia y no dispongo de apoyo para centrarme en el atletismo, salvo por la iniciativa del Comité Olímpico Internacional de formar la delegación de los refugiados. Cuando me llamaron para comunicarme que participaría en Río, salté como un loco en el bus”. El etíope corrió la maratón y fue el más veterano del grupo de diez desplazados.

Fisioterapeuta “y no taxista, como se dijo en los Juegos”, tiene “un piso de alquiler” y habla inglés y francés: “Los necesitaba para adaptarme”. Para el mañana, aspira “a Tokio 2020 y a la ciudadanía luxemburguesa”. Después de “tanto sufrimiento”, disfrutó de conocer Madrid, rodó por El Retiro y envió un mensaje de gratitud y optimismo: “Gracias de corazón a todos los que nos ayudan. Somos la esperanza para 65 millones de refugiados. A los que padecen malas condiciones les aconsejo que se muevan y que actúen. Debemos creer y pelear por nuestras vidas”.