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SUPER BOWL 50

El fascinante caso de Brock Osweiler, el QB invisible

Hablemos de ese pasador que salió al campo tras una hecatombe de Peyton Manning frente a los Chiefs, ganó cinco partidos y desapareció.

Brock Osweiler en el Media Day de la Super Bowl 50.
EZRA SHAWAFP

Ayer era el Media Day de la NFL. Se trata del día en el que cientos, miles, de periodistas se agolpan en un campo donde están, esparcidos en podios individuales, los protagonistas de la Super Bowl. Es un circo. Es una jornada de puertas abiertas. Se arriman hasta allí representantes de programas que nada tienen que ver con el deporte, además de los especializados, y hay disfraces, preguntas tontas y chuches. Como un día normal, vamos, pero con disfraces. Hasta hay venta de entradas para los aficionados y, desde este año, se hace de noche para rellenar horas y horas de programación en, entre otras, la cadena de televisión NFL Network. Como siempre en esta liga: más grande, más alto, más fuerte cada año.

Por cada cien personas que estuvieron presentes en el Media Day, ciento diez quisieron hablar con Peyton Manning. El QB de los Denver Broncos es la gran atracción de la Super Bowl 50. Lo es para los que seguimos este invento todo el año, desde hace décadas, imaginaos para el que se acerca sólo esta semana al año al deporte. Ese señor es un puñetera leyenda de esto y una de las figuras más queridas y respetadas de la historia del deporte norteamericano. Además, hace anuncios de Papa John's Pizza.

Más allá de Manning aparece, a mucha distancia, Cam Newton y detrás de este el resto de estrellas y personajes reconocibles de la gran fiesta del próximo domingo. Cada uno con su podio, con sus cosas por contar, con su historia personal por llegar a donde está.

Y, en medio de este maremagnum, a pie de campo y pasando desapercibido un tal Brock Osweiler, QB suplente de los Denver Broncos. Se le ve feliz y dicharachero, disfrutando con la experiencia y con poca pinta de sentirse celoso de la atención que reciben sus compañeros. Algo que tendría sentido ya que, como he dicho, no es titular y no se espera que juegue la Super Bowl. Pero, carajo, este señor fue el QB titular del equipo durante siete partidos y los Broncos ganaron cinco de ellos en esta misma temporada. Es que Brock Osweiler, queridos amigos, es tan responsable como cualquiera de los titulares de que su equipo vaya a jugar la gran final y, dada la atención que generan siempre los pasadores, bien merece su cuota de protagonismo. Pues que no sea por mí.

En la jornada diez, el quince de noviembre, Peyton Manning lanzaba cuatro interecepciones contra la defensa de los Kansas City Chiefs y Gary Kubiak, entrenador de los Broncos, le sentaba al poco de comenzar la segunda parte para que jugase Osweiler. La excusa fue una fascitis plantar. Extraño, porque esta lesión es muy molesta pero no aparece de un momento para otro y no es de las que se puede recuperar en dos meses. Pero aceptemos pulpo como animal de compañía.

El joven Brock tuvo sus más y sus menos desde ese día, pero se ganó el derecho a ser el QB titular del equipo. Sobre todo en dos noches que, a la postre, iban a ser definitivas en la temporada.

La primera fue el 29 de noviembre, cuando los Broncos ganaron a los Patriots en la prórroga. Eran víctimas propicias de New England y salieron del envite crecidos, creyendo en sí mismos y, así es el destino, con una ventaja sobre los de Bill Belichick que les llevaría a jugar la final de la AFC en casa en playoffs.

La segunda fue en un Monday Night dramático contra los Cincinnati Bengals, el día de los santos inocentes, en el que si perdían estaban fuera de playoffs a todos los efectos de un universo autoconsistente, aunque ya sabemos que eso es mucho decir de la NFL. Ese día, con todos los focos, toda la tensión, toda la responsabilidad, Osweiler jugó el mejor partido de su temporada. Y Denver ganó. Y se metió en playoff.

Se dice que la historia la escriben los vencedores. Y con un argumento de similar lógica se puede decir que la importancia de los acontecimientos se evalúa a tenor del éxito o fracaso posterior. Por eso lo anterior quedó olvidado en la última jornada de la temporada regular cuando los de Denver no hacían más que regalar el balón a San Diego y se veían cayendo a puestos de wild card en playoff. Gary Kubiak, de nuevo tras el descanso, decidió cambiar de QB y volver a poner a Peyton Manning a jugar. Hasta ese instante, justo hasta ese instante, nada hacía sospechar que la leyenda iba a estar en el campo en este enero que les ha llevado a la Super Bowl 50. 

Con la vuelta de Manning el equipo recuperó la compostura en ataque, si bien Osweiler no había sido culpable del mal juego del equipo y Peyton hizo poco más que dar el balón a C.J. Anderon y Ronnie Hillman para que corriesen, pero la suerte quedó echada y la historia escrita: la leyenda sería el titular en la pelea por el título, la joven promesa vería todo desde la barrera, incluido el Media Day donde, con sonrisa y sin atisbos de envidia, pasaría desapercibido. No es común ser invisible cuando has sido el QB titular que ha ganado cinco partidos, dos absolutamente cruciales, para uno de los participantes en la Super Bowl.